Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO

Tristes aniversarios (republicanos)

Se cumplen85 años de febrero del 36. La colisión entre el Frente Popular y el Bloque Nacional. También este año, en abril, ls 90 años de la proclamación de la República

Propaganda electoral en el Paseo de Gracia para las elecciones de febrero de 1936 JOSEP BRANGULÍ

Quienes impugnan la Monarquía y el ‘Régimen del 78’ ya preparan el 90 aniversario de la II República (14 de abril de 1931). Alfonso XIII fue un rey regeneracionista, comenta Sergio Vila-Sanjuán en el Círculo del Liceo: «Yo puedo ser un rey que se llene de gloria regenerando a la patria… pero también puedo ser un rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y por fin, puesto en la frontera». La cita del ‘Diario íntimo’ del monarca está recogida en ‘Por qué soy monárquico’ (Ariel).

Se cumplen, también, 85 años de febrero del 36. La colisión entre el Frente Popular (Front d’Esquerres en Cataluña) y el Bloque Nacional (Front Català d’Ordre en versión catalana). La Lliga frente a la Esquerra.

La denominación Frente Popular –bendecida por Stalin– no convencía a Azaña: intentó preservar una República liberal hasta que el comunismo libertario de la CNT-FAI, el PSOE del bolchevizado Largo Caballero y el nacionalismo catalán orquestaron el octubre golpista del 34.

Ignacio Agustí cubre la campaña en Madrid para ‘L’Instant’, vespertino de Cambó en el que escriben Carles Sentís e Irene Polo. Agustí observa el gigantesco cartel de Gil Robles en la Gran Vía. Un viandante alude al voto femenino que coincidió en 1933 con el triunfo de las derechas: ‘Gil Robles triunfará por los votos de las mujeres; pero no gobernará, porque no lo consentiremos los hombres’.

Además de machista, la frase revela poco respeto a las urnas. Ante la anunciada victoria de las izquierdas, algunos piden las llaves para liberar a los presos ‘políticos y sociales’ del 34: «La manifestación va hacia la cárcel de Madrid; la policía la disuelve… La agitación de la calle parece la de las hormigas que bullen fuera del hormiguero antes de las tormentas», anota Agustí.

Al caer la noche, el cronista está en la puerta de Chicote. Un torrente humano inunda la Gran Vía: «Las voces pronto me llegan con nitidez, agresivas… Una multitud que avanza, cogidos todos del brazo, como una ola irresistible. Ya los oigo claramente. Lo que dicen me horroriza. ‘Queremos la cabeza de Gil Robles… La manifestación se pierde Gran Vía arriba…»

Nadie discute el resultado de aquellas confusas elecciones. El centrista Portela Valladares deja con prisas la presidencia: «Las izquierdas han conseguido que la votación fuese casi unánime. Ojalá que consigan para ellos esta unanimidad en el Parlamento», se limita a declarar en el Palace. El señor Portela, escribe Agustí en su crónica, «se dedica en estos momentos a hacer frases».

Lo que vino después es conocido. Conspiración militar y proclamas como esta de Largo Caballero del 25 de mayo en Cádiz (tomen nota quienes tanto lamentan que le quiten su placa): «Vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente… Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista».

No era un calentón mitinero. «Tenemos que recorrer un periodo de Transición hacia el Socialismo Integral, y ese periodo es la dictadura del proletariado. ¡Templad el ánimo para la batalla!», clamaba ya en 1933.

En 1936 comunismo y fascismo enterraron la España liberal. Gaziel, director de ‘La Vanguardia’, escoltado por la guardia civil: faccioso para la izquierda, españolista para el nacionalismo.

Otro liberal, Chaves Nogales, padece idéntica situación: «Me consta por confidencias fidedignas que, aun antes de que comenzase la guerra civil, un grupo fascista de Madrid había tomado el acuerdo, perfectamente reglamentario, de proceder a mi asesinato como una de las medidas preventivas que había que adoptar contra el posible triunfo de la revolución social, son perjuicio de que los revolucionarios, anarquistas y comunistas, considerasen por su parte que yo era perfectamente fusilable».

Un ‘comité obrero’ se incauta del diario ‘Ahora’: «Yo, que no había sido en mi vida revolucionario, ni tengo ninguna simpatía por la dictadura del proletariado, me encontré en pleno régimen soviético… Vi entonces convertirse en comunistas fervorosos a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo».

‘L’Instant’ es clausurado: Agustí huye de España y luego recala en Burgos: dirigirá el semanario Destino que fundan falangistas catalanes. En Barcelona, muchos delincuentes que salieron de la Modelo confundidos entre los presos del 34, se vuelcan en el saqueo con la excusa de la revolución proletaria: «Un abismo separaba a los hombres armados de la población desarmada, un abismo parecido, de hecho, al que separa los pobres de los ricos», escribe Simone Weill aquel sangriento verano del 36.

Así acabó la República que manosean los podemitas de tricolor con estrella soviética, separatistas y herederos de Estat Català.

Que el 14 de febrero sea un nuevo 14 de abril, propone Pere Aragonès. Horror..

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