Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO
«Sit and read» (la Esquerra desleal)
«Si Sánchez conociera la historia de España -que no es el caso-, sabría de la deslealtad del nacionalismo catalán»
¿Plurinacionalidad? He aquí la palabra mágica que los adláteres de Pedro Sánchez esgrimen estos días para que Esquerra le conceda la limosna de la investidura. La plurinacionalidad, advierte Santiago Mondéjar en «A golpes con el estado» (ED Libros), «abocaría a la voladura del actual sistema constitucional y a la adopción de otro modelo que nos colocaría en las antípodas de los sistemas constitucionales de nuestro entorno». La igualdad de derechos y obligaciones, la obediencia a unas leyes democráticamente acordadas, susceptibles de ser reformadas -por toda la nación y no por el privilegio de algunos territorios-, nos convierte en ciudadanos.
De ahí que los nacionalistas prefieran hablar de «pueblo». Emparentado con el «ethnos» y no con el «demos», añade Mondéjar , ese «volk» mágico, mayúsculo y herderiano «es una elaboración ideológica que instrumenta las identidades culturales para articular agravios y obtener privilegios políticos, para alcanzar los cuales hay que renegar del estado de derecho que obra como bastión de las garantías constitucionales». Su conclusión: «España no puede construir su ciudadanía soñando con una quimera plurinacional que prima la vinculación a peculiaridades folclóricas o étnicas y a particularismos ideológicos y lingüísticos».
Si Sánchez conociera la historia de España -que no es el caso-, sabría de la deslealtad del nacionalismo catalán: desde el golpe de octubre del 34 y durante toda la guerra civil. Amnistiado por el gobierno del Frente Popular, Companys y la rama separatista de Esquerra jugaban -como ahora- a la diplomacia exterior a espaldas de Azaña y Negrín.
El militarista Josep M. Batista i Roca -inspirador en los sesenta del terrorista Exercit Popular Català (EPOCA)- intentó convencer al representante del gobierno nazi Werner Hasselblatt en el Congreso de las Nacionalidades Europeas -septiembre de 1936- de la conveniencia de una Cataluña independiente y enemiga del anarquismo y el comunismo. Siguiendo el ejemplo del PNV, aunque con métodos más torticeros, Batista buscará también una paz separada con Gran Bretaña. Lo cuenta José Luis Martín Ramos en su recomendable «Guerra y revolución en Cataluña» (Crítica).
El historiador recalca que lo de Batista no fue solamente el periplo de un fanático separatista. Su asistencia al evento nazi fue sufragada con dos mil francos suizos por la consejería de Finanzas de la Generalidad: la orden del pago venía de Joan Casanovas, consejero primero del gobierno Companys y cercano a Estat Català. En un mitin de este grupo separatista en el Price, Casanovas reclamó un «frente internacional». Aquel noviembre del 36 Madrid estaba sitiado por las tropas franquistas que acechaban la Ciudad Universitaria: «Cataluña se quiere salvar y no está dispuesta a un suicidio», proclamó en un claro desmarque de la República amenazada.
En marzo de 1937, Batista i Roca «instó a Tarradellas a apoyar un fantástico plan de reconstrucción de España como una ‘confederación medieval’ con una Cataluña desmilitarizada, sin presencia de tropas españolas de ningún signo y con la exclusiva existencia de una guardia nacional catalana, para funciones de orden público». Pese a planteamientos tan quiméricos, señala Martín Ramos , Companys le encomendó la delegación de la Generalidad en Londres.
Aquella diplomacia paralela a la República Española corrió también a cargo de Marian Rubió i Tudurí, diputado de Esquerra y director del diario «La Humanitat» (el órgano del partido). Junto con su hermano Nicolau, planteó la geoestrategia separatista al gobierno francés. Populismo y deslealtad hacia el Estado que había concedido el Estatuto de Autonomía: he aquí el ADN de Esquerra en los años republicanos.
Cuando ya se olía la derrota y másde medio millón de refugiados de toda España buscaban cobijo en Cataluña , asomó el demonio del racismo. Martín Ramos saca a colación el documento que Pau Vila, Josep de Calasanç Serra i Ràfols y, cómo no, Batista i Roca dirigieron a Companys. La afluencia de refugiados les provocaba un pavor que hoy deja en mantillas a Vox: «Llegamos a creer que si ganamos la guerra, pero esta masa de refugiados permanece en nuestra tierra y se mezcla con nuestro pueblo sería como si Cataluña fuese derrotada».
El documento, comenta el historiador, «importante por el ascendente intelectual de quienes lo suscribían, sintonizaba con un amplio estado de opinión difundido en ERC que compartía también Companys». El President Màrtir -y supremacista- se confesó así al embajador francés Erik Labonne : «Yo, verdadero, catalán, distinguiría de un vistazo, entre las asambleas o las muchedumbres, a mis compatriotas de los otros…»
Esa es la Cataluña que añora Torra : la de Macià, Companys, Badia, Batista, Xammar … La que culpa al resto de España de los problemas sanitarios catalanes provocados por los recortes de los gobiernos nacionalistas. La oligarquía extractiva y el politiqueo clientelar que encarna el -¿todavía?- Síndico Vitalicio Ribó. Si conociera nuestra Historia -que no es el caso- Sánchez sabría con quien se juega los cuartos y la soberanía nacional. «Sit and read» y descubrirás las deslealtades de Esquerra.