Sergi Doria - Spectator in Barcino
Propaganda del No Govern
El nacionalismo, observaba Ehrenburg, era asunto de una burguesía catalana acostumbrada a que los trabajadores trabajaran mucho y cobraran poco
En la Constitución de 1931 España era una República de trabajadores de todas clases. La coletilla –que marcamos en cursiva– daba pie a la polisemia. ¿Quería decir, acaso, que existen muchas maneras de ser trabajador, o eufemismos para maquillar la vagancia? En eso debió pensar Iliá Ehrenburg al titular sus crónicas españolas de 1932 «España, república de trabajadores».
A su paso por Cataluña, el periodista soviético vertió ácidas observaciones: «El señor Macià tiene un magnífico palacio, trescientos policías de opereta y otros tantos legisladores, también de opereta, que se dedican a elaborar las leyes de la ‘Cataluña autónoma’, de un Estado Catalán que sólo existe como quimérico proyecto».
El nacionalismo, observaba Ehrenburg, era asunto de una burguesía catalana acostumbrada a que los trabajadores trabajaran mucho y cobraran poco: «Desgraciadamente, los obreros son más bien de la opinión contraria. Surge el conflicto e interviene Madrid: Está bien, os daremos la autonomía. Sacaremos a nuestros soldados y nuestra guardia civil y os dejaremos frente a frente con vuestros obreros». Los nacionalistas catalanes, proseguía el ruso, se jactaban de ser superiores al resto de españoles por su pujanza industrial: «Sin el mercado español, Cataluña perecería de inanición. Su industria necesita no sólo de la protección de la guardia civil, sino también de los aranceles aduaneros que le amañan en Madrid», apostillaba.
El pasado 1 de agosto el Govern de la Generalidad demostró una vez más que en realidad es un «No Govern». El club de fans de la República Catalana que preside el vicario Torra dio por terminado el curso con dos medidas estrella: el Salario Mínimo Interprofesional –una medida para lo que no cuenta con competencias– y relanzó la Hacienda propia: «estructura» de la futura República suspendida por el 155; su secretario, Lluís Salvadó, consideraba que la consejera más idónea para Educación era la que tuviera «las tetas más grandes». La primera medida, para que sea recurrida por el Estado y la segunda… también. Propaganda, como cuando Torra ofrece puertos catalanes al Open Arms sabiendo que las costas competen al Estado.
Al igual que la constitución del 31 sobre la que ironizaba Ehrenburg, la República de Torra engloba trabajadores de todas clases. Y la clase de trabajador que más abunda es el dedicado a la propaganda y la intoxicación.
Y es que las consejerías del No Govern lo son de propaganda con independencia del cartel que les identifica. Ni Agricultura, ni Economía, ni Interior, ni Territorio, ni Enseñanza, ni Cultura, ni Asuntos Exteriores o como se llame lo de Bosch… Propaganda pura y dura a la que se dedicaron desde 2012 unos 160 millones de euros mientras se recortaba el gasto social.
Consecuente con sus propósitos –Propaganda e Intoxicación– Torra y sus apéndices audiovisuales subvencionados han ido lanzando bulos e insidias contra el Estado por la supuesta inacción del CNI en los atentados del 17 de agosto, cuyo segundo aniversario se cumple el próximo sábado.
Mientras el No Govern anunciaba sus «fantásticos» acuerdos –fantásticos porque son fantasías– los periodistas de La Vanguardia Manel Pérez y Carlota Guindal echaban por tierra la teoría de la conspiración con la que Torra y adláteres buscaban réditos mediáticos.
A saber. Los antecedentes del imam y principal responsable de los atentados, Abdelbaki es Satty, no fueron borrados de las bases de datos de los cuerpos de seguridad del Estado. La campaña intoxicadora aseguraba que el CNI los eliminó para evitar reconocer que Es Satty era confidente. Si bien es cierto que agentes de la Guardia Civil y el CNI se entrevistaron con el islamista en prisión, de ahí no salió ningún compromiso del delincuente para convertirse en confidente. La información sobre el terrorista estaba en la Base de Datos de Señalamientos Nacionales (BSDN), a disposición de las policías estatales, autonómicas y locales. Cuando, mes y medio antes de los atentados, un policía belga de Vilvoorde recabó datos de Es Satty a un colega de los mossos, este «no abrió ninguna investigación oficial y sólo consultó las bases de datos de la policía catalana», advierten Pérez y Guindal. Las sospechas de la policía belga quedaron en suspenso. ¿Se disculpará el No Govern –y de paso, TV3– por la rumorología conspiranoica?
Además de intoxicar, el No Govern es corresponsable de la inseguridad en Barcelona: veinte delitos diarios. El consejero Buch atribuyó «relajación» a Colau por la gestión del top manta y la alcaldesa respondió que Interior «ha estado en coma» por su incomparecencia en la Junta de Seguridad del pasado abril.
Los cinco asesinatos de julio y la solvencia de Albert Batlle obligan a uno y a la otra a ponerse las pilas en seguridad. Incapaz de consensuar presupuestos –salvo con las CUP–, el No Govern sestea mientras el cantautor vitalicio Llach le exige desobediencia…
Están de vacaciones, aunque… ¿trabajan en otra cosa que no sea el «procés»?