Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO
La otra tercera ola
En el treinta aniversario del programa Cataluña 2000 que diseñó Jordi Pujol para monitorizar la sociedad catalana en la Larga Marcha del «hoy paciencia mañana independencia», la hoja de ruta ha cubierto dos fases
Mientras llega la tercera ola del Covid-19 y vemos en la vacuna el burladero para esquivar la –ojalá postrera– acometida del virus, el mundo separatista reagrupa fuerzas antes de lanzar su tercera oleada contra el dique constitucional.
En el treinta aniversario del programa Cataluña 2000 que diseñó Jordi Pujol para monitorizar la sociedad catalana en la Larga Marcha del «hoy paciencia mañana independencia», la hoja de ruta ha cubierto dos fases.
La primera, de 1980 a 2003, bajo la presidencia del Gran Timonel, sentó las bases del corporativismo nacionalista. Con la placenta de la propaganda de los medios públicos y privados subvencionados, la lluvia fina de agravios atribuidos al maléfico «estado español» y apoyos parlamentarios al PP y PSOE, el gobierno catalán quiso comportarse «de facto» como un estado independiente o, cuanto menos, confederado. En palabras de la filósofa Victoria Camps, «el pujolismo había sido una política del como si».
El programa Cataluña 2000, subraya Jordi Amat en «Largo proceso, amargo sueño» (Tusquets), tenía como «preciso» objetivo la infiltración nacionalista en todos los ámbitos de la sociedad catalana: «Aquel documento se había elaborado a partir de unas notas de Pujol y defendía, por ejemplo, la vigilancia de los tribunales de selección de profesorado o introducir ‘gente nacionalista en todos los puestos claves de los medios de comunicación», apunta Amat.
Con Mas culminaría la segunda ola del 2000. La imposición de un pensamiento único independentista se hizo más descarada con el relevo generacional convergente. Los Madí, Rull, Turull, Forn, Homs o Puig jalearon a Mas para que tomara las riendas de un caballo cada vez más desbocado: victimismo a raudales del «España nos roba», entre otras mentiras repetidas hasta parecer verdades; las abstracciones del «derecho a decidir» o el «derecho a la autodeterminación» como «derecho humano»; desvío del foco sobre la corrupción pujolista; transición del eufemismo «soberanista» al secesionismo explícito; del pacto fiscal a las llamadas «estructuras de estado»; del «pal de paller» a la «casa común del catalanismo» y la República Catalana.
Con el paréntesis del Tripartito cerrado con la innecesaria reforma del Estatuto, la segunda ola acabó en fiasco. Rehén de las CUP, Astut Mas acabó en la papelera de la Historia y dio paso a Puigdemont y Torra. Los desperfectos son conocidos: fracasado golpe de 2017; proceso al procés; cárcel para los sediciosos; ruina económica; implosión de Convergencia en «miniconvergencias», guerras intestinas del separatismo.
Esquerra y Junts postulan estrategias divergentes: los de Junqueras aceptan que la independencia no es el 50-49 de un partido de básquet. Los de Puigdemont siguen rindiendo el culto a la personalidad de su ensimismado caudillo.
Las listas electorales de Junts ilustran esa política que ha hecho del odio a España un monótono argumentario: Laura Borràs, imputada y seguramente «impresentable» por las presuntas «trapis» en la Institución de las Letras Catalanas; Joan Canadell, vocero de la catalanidad de Cervantes, Colón, el ajedrez y pronto Superman; Elsa Artadi, o la burguesía más irresponsable; el bien remunerado abogado Alonso-Cuevillas; Jordi Puigneró, con su NASA comarcal; el prófugo Lluís Puig; Meritxell Buidor –digo Budó–, (aseguró que con la independencia no habría muertos); Marta Madrenas, la alcaldesa que no da un palo al agua en Gerona; Salvador Vergés Tejero: con ametralladora de juguete y mascarilla estrellada desprecia a «aquella gent» (los españoles); el fabricante de «fakes» europeas Ramón Tremosa; Albert Batet, amnésico de sus orígenes convergentes. Sin olvidar a Joan Bonanit (de apellido Porras), o el payaso Pesarrodona (¿alguien recuerda a Eduard Pujol?)
El gasolinero Canadell, candidato predilecto de Puigdemont, encarna el populismo mágico: «Alcanzar la república lo antes posible y hacer de Cataluña un estado con un nivel de bienestar similar a Austria o Dinamarca, que es lo que merecemos».
Hasta aquí «nihil novum sub sole». Más confrontación con el Estado, más delirios daneses, menos lazos amarillos y machacona TV3. Pasadas las fiestas (por llamarlas de alguna manera) y las autonómicas del 14-F, llegará la tercera ola (que no tsunami). Más proclamas antimonárquicas, campaña por la amnistía (el indulto les parece poco), monolingüismo «koiné2 y más okupación en la «sociedad civil» (método Paluzie), como sucedió en la Cámara de Comercio.
Esta semana hemos tenido un aperitivo de lo venidero en las elecciones de la Universidad de Barcelona con la victoria de Joan Guàrdia (candidato del independentismo) sobre Joan Elias (tachado de tibio). El rector saliente censuró el asedio de la ANC a la Universidad por la Diada y les aconsejó rodear la Generalitat.
El otro embate acaecerá en las elecciones del Barça: presidenciables independentistas y un Laporta más «fatxenda» que nunca.
Universidades, colegios profesionales, gremios, patronales, sindicatos, entidades culturales, federaciones deportivas: últimas posiciones a consolidar (la mayoría están tomadas) del programa 2000.
La vacuna empieza a llegar de las instituciones europeas que desautorizan al separatismo catalán; con el Brexit y los populismos polaco-magiares, amenaza la Unión.