Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO

Mayo catalán (de 1809)

El Dos de Mayo es la fiesta de la comunidad de Madrid que hoy encarna la sociedad abierta frente a la mezquindad ensimismada de la Cataluña independentista

'El gran día de Gerona', de César Álvarez Dumont

Hoy es Dos de Mayo, Día de la Comunidad de Madrid, efeméride ajena a la historiografía nacionalista, como la guerra de la Independencia, denominada aquí Guerra del Francès.

También hubo un 2 de Mayo catalán contra Napoleón. El 6 mayo de 1809 comienza la resistencia de Gerona, el tercer sitio de las tropas invasoras al que Galdós dedicará su célebre Episodio Nacional.

El episodio barcelonés, conocido como el Complot de la Ascensión, comienza a gestarse el 7 de mayo de 1809 para acabar con la ocupación del general Duhesme. El 12, víspera del jueves de la Ascensión, con un repique de campanas, se abrirían las puertas de la muralla a ocho mil soldados. Los conspiradores cuentan con la complicidad de dos capitanes italianos del ejército napoleónico, pero uno de ellos les traiciona y proporciona a los franceses los nombres de los cabecillas: el corredor de cambios Salvador Aulet y el funcionario Juan Massana.

Las detenciones tienen un efecto dominó. Caen los sacerdotes Joaquín Pou y Juan Gallifa y el subteniente José Navarro. (La calle subteniente Navarro, señora Colau, no es de un militar franquista, ahora ya lo sabe).

Procesados el 2 de junio de 1809, al día siguiente son ejecutados -garrote u horca- en la Ciudadela. Sus compañeros, el carpintero Ramón Mas, el espartero Julián Portet y el cerrajero Pedro Lastortras, intentan parar las ejecuciones; convocan al pueblo haciendo sonar las campanas en la catedral. Sitiados, resisten tres días hasta que, sin comida ni bebida, se entregan para ser ejecutados el 27 de junio.

En la plaza Garriga y Bachs, un monumento recuerda a los patriotas. Construido en 1929, aunque pendiente de la escultura central de Josep Llimona, aquel lugar de memoria fue despreciado por los gobernantes de Esquerra Republicana. No se inaugurará hasta 1941.

Otro episodio más, ignorado por una historiografía nacionalista que, como destaca Joan-Lluís Marfany, «invade» el período 1789-1859 e impone la catalanización que extraña la historia común española.

«Extrañeza» respecto a una Guerra de la Independencia en la que Cataluña jugó un decisivo protagonismo.

En ‘Nacionalisme espanyol i catalanitat’ (Edicions 62, 2017), Marfany se sumerge en un océano documental para demostrar la implicación catalana en la resistencia antifrancesa: de los bandos a los avisos, pasando por el romancero popular.

Revela que los catalanes que combatían al invasor clamaban por Numancia, don Pelayo y el Cid: «Proclamas, bandos y otros documentos invocan, repetidamente ‘la Nación’ y ‘la Patria’ y si en algún caso este segundo término puede hacer referencia a Cataluña –o a alguna de su ciudades y pueblos–, nada indica que sea en detrimento de la patria española que es sinónima de nación», señala el historiador. La expresión «esforzados catalanes» de las arengas ilustra el sentimiento de ser «sinceros y leales españoles».

Si la Constitución de 1812 sustancia la nación española, con el trienio liberal de 1820 el concepto de Nación se consolida. Sea desde el poder establecido o en las revueltas bautizadas como ‘bullangues’ del liberalismo revolucionario, el discurso patriótico es inequívocamente español.

Ricardo García Cárcel rubrica otra ilustrativa investigación sobre la implicación catalana en la contienda de 1808-1814. En ‘El sueño de la nación indomable’ (Ariel, 2019) el historiador demuestra que Cataluña jugó mayoritariamente la carta española frente a la de José I. Gerona, Tarragona y Reus acuñaron monedas con la efigie de Fernando VII: «La resistencia de los sitios de Gerona es un buen testimonio del patriotismo catalán en nombre de la monarquía fernandista, como lo es la enorme cantidad de proclamas que se editan en Cataluña en estos años».

Los nombres de Capmany, Lázaro de Dou, Amat, Castellarnau, Montoliu, Sans, Espiga, Marés, Creus están ligados a las cortes de Cádiz y en el ejército español «no faltaron tampoco catalanes», apunta García Cárcel: Manuel Llauder, Josep Manso, Joan Clarés, Francesc Milans del Bosch…

El ‘seny’ lo expresa un Capmany receloso del pueblo desbordado: «Si después de haberle pintado y exagerado estos males mostrándole el origen de ellos y ofreciéndole los remedios, no se le administran prontamente, será darle motivo y licencia para que se impaciente, murmure, se queje y resista a la obediencia…»

García Cárcel describe «una sociedad catalana muy plural, poco diferente a la sociedad española de la época, que juega mayoritariamente la carta patriótica y sólo evidenciaría en los debates de las Cortes de Cádiz un punto de sensibilidad periférica con restos de la memoria sentimental del austracismo, pero muy discreta y puntualmente manifestada».

El Dos de Mayo es la fiesta de la comunidad de Madrid que hoy encarna la sociedad abierta frente a la mezquindad ensimismada de la Cataluña independentista.

El nacionalismo actúa como el perro del hortelano: ni come, ni deja comer. Niega la implicación de Cataluña en España para luego acusar a Madrid de acaparar la españolidad.

La ocultación de 1808, enésimo ejemplo de alienación secesionista.

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