Sergi Doria - Spectator in Barcino
Independentismo, ese populismo
Mientras los partidos constitucionalistas siguen a la greña, el populismo persevera en su pertinaz erosión del Estado de Derecho
Leo a Francesc de Carreras. Advierte en El País de la necesidad de un «nuevo eje» que pase de la ecuación derechas-izquierdas a la de «populistas-demócratas», englobando en el populismo a Podemos, Vox e independentistas.
El catedrático de Derecho Constitucional data el tránsito de la discusión civilizada al filibusterismo a mediados los noventa: «El PP acusaba al PSOE de ser un partido corrupto y el PSOE al PP de ser un partido franquista. Ninguna de ambas cosas era cierta. Pero la forma de discutir cambió: si uno dice A, el otro dice B, pero no porque esté convencido de B, sino porque es lo contrario de A. Se busca el desacuerdo, no el acuerdo».
Mientras los partidos constitucionalistas siguen a la greña, el populismo persevera en su pertinaz erosión del Estado de Derecho. En la extrema izquierda, Podemos promociona su república (bolivariana), la derecha con cafeína de Vox abona la eurofobia y el separatismo catalán, con su cínica fatxenderia, se jacta de que «lo volverá a hacer». Este Trío Calaveras tiene en común su apelación al pueblo: «la gente» en el discurso de Podemos, «España» en el patrioterismo de Vox, el poble según el peronismo a la catalana de Esquerra y Junts.
El articulista advierte de lo que se viene encima: la penuria de la pandemia encenderá la mecha de la gasolina populista con «manifestaciones y disturbios callejeros, la voluntad del pueblo por encima de las leyes, líderes carismáticos y endiosados».
Cada año, por Todos los Santos, vuelvo al Larra del Día de Difuntos y la Nochebuena de 1836. Las reflexiones de Carreras acerca del populismo me han llevado a otro artículo de 1833: «Los aduladores de los pueblos han sido siempre… sus más perjudiciales enemigos; ellos les han puesto una espesa venda en los ojos, y para usufructuar su flaqueza les han dicho: Lo sois todo», escribe Fígaro.
La priorización indiscriminada de las cuarentenas sobre la economía trocará la discusión sanitaria por los problemas de orden público. Se está viendo en Italia y ya se ve en Sevilla, Bilbao y Barcelona, rediviva Rosa de Fuego de separatistas, negacionistas y antisistema: los contenedores volvieron a arder.
Desde que Sánchez pasó los bártulos de la «cogobernanza» a las autonomías, el Govern -governet para el colega Albert Soler- retomó la estrategia de la primera ola: atribuir toda la culpa al «Estado español».
Si Illa propone un toque de queda a las once, en Cataluña se baja a las diez. Si se organiza una cumbre de presidentes autonómicos con la presidenta de la Unión Europa, Úrsula von der Leyen -la política europea más parecida a la mejor Merkel- Aragonès desempaqueta su mitin secesionista: ¡Pere! ¡Que esto no es TV3!
Mientras se habla de las cosas de comer -las autonomías administrarán la mitad de los fondos europeos- el nuevo Vicario denuncia (en inglés) que Torra, el anterior Vicario (122.000 euros jubilares), fue inhabilitado «por haber pedido la liberación de los presos políticos y la liberación de los exiliados». Decía Baroja que el nacionalismo se cura viajando, pero el «vicepresidente que hace de presidente» prefiere al «carismático y endiosado» Junqueras.
Ni presos políticos, ni exiliados, Pere: políticos presos por saltarse la ley e intentar abolir la Constitución y el Estatuto… ¡Ese sí que habría sido un toque de queda para los no afectos! ¿Exiliados? Un fugitivo con sus comparsas que vive tan ricamente en su casoplón de Waterloo: el carlista Carles, el otro líder «carismático y endiosado» de nuestro populismo.
Aragonès debería haber tomado nota del sabio consejo de Pascal: «La infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación». Si hubiera seguido el negocio familiar, lanzaría ahora venablos contra esta Generalitat que condena al sector hostelero al pacto del hambre.
Tenemos sobradas muestras de la incapacidad para gestionar la autonomía de ese independentismo que quería… ¡fundar la República catalana! Coces entre consejerías por la definición del teletrabajo, la web del governet para dar limosnas a bares, restaurantes y centros de estética colapsada en cinco minutos, confinamiento que vuelve a chapar cines y teatros…
Mientras Puigneró, el consejero galáctico, escrutaba el espacio con su NASA catalana de 18 millones, en el planeta Tierra la Guardia Civil detenía a oligarcas y financistas del Tsunami delincuente: la naturaleza extractiva del procés.
Tiempos difíciles para el governet que hizo de la desobediencia al Estado su divisa. Ahora pretenden que se obedezcan las antipáticas restricciones de la pandemia. Viendo cómo las gasta esta tropa, los catalanes no deberían seguirles ni a la vuelta de la esquina… Por desgracia, una gran parte volverá a regalarles su voto el 14 de febrero. El Día de los Enamorados. Ceguera de amor. Fe del carbonero. La pasión secesionista que analizó el neurólogo Adolf Tobeña.
«Lo sois todo», reiterarán agradecidos estos muñidores del populismo.