Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO

La hispanofobia táctica

A la inquina antiespañola del secesionismo cabe añadir a Comunes y PSC, siempre temerosos de ser juzgados poco catalanes por el nacionalismo oficializado

La escritora y académica Carme Riera EFE

Sergi Doria

El 7 de octubre de 2018 el entonces presidente Quim Torra prefirió los «castells» de la Colla Vella dels Xiquets de Valls -fular amarillo y ratafía-, al tanatorio donde se velaba a Montserrat Caballé. A falta del agente de seguros, hoy jubilado tan ricamente (92.000 euros anuales) algún alma cándida coligió que sería Laura Borràs , a la sazón consejera de Cultura, quien representara a la Generalitat: pero la magia de Borràs tiene sus límites cuando la finada es una catalana muy española: prefirió una feria del libro en Besalú…

Entre los «considerandos» independentistas, que Caballé firmara el 'Manifiesto por la Lengua Común', en defensa de la lengua de los quinientos millones de hablantes. Blasonar de «española de pura cepa pese a quien pese». Mostrar poca simpatía por la Vía Lliure de ANC y Òmnium : «Los pueblos han de estar unidos, no separados. Las cadenas son para la esclavitud. Las cadenas pueden ser de hierro, oro y plata, pero han de ser buenas cadenas. No han de ser cadenas que separan y humillan. Quien pone cadenas me hace daño, extirpa a todo el resto, lo manda fuera».

Protagonista de la mejor Barcelona con su memorable actuación olímpica con Freddy Mercury, Caballé era la «mamá grande» de la ópera, denominación inspirada por la fecundidad cultural y acogedora de Carmen Balcells, agente provocadora del 'boom' latinoamericano que consolidó a Barcelona como capital editorial de la lengua española . Además de su imponente presencia, ambas tenían en común la universalidad de la hispanidad y considerar el nacionalismo catalán como una desgraciada regresión frente al cosmopolitismo heredero de la Ilustración.

En su recién publicada biografía, 'Carmen Balcells, traficante de palabras' (Debate), Carme Riera detalla el proyecto Barcelona Latinitatis Patria que la agente literaria registró en 2003 . La entidad iba mucho más allá del ámbito editorial. Se trataba, explica Riera, de «reivindicar la latinidad de una parte del mundo frente a otra parte, la del mundo anglosajón, algo que, por otro lado, a finales del siglo XIX, algunos intelectuales del sur de Europa, italianos, franceses y españoles ya habían considerado, tratando de refundar su unión mediante una liga».

Barcelona Latinitatis Patria albergaría materiales «donados, cedidos, depositados o adquiridos de los manuscritos, ediciones, correspondencias, documentos, discotecas, videotecas y bibliotecas personales de los autores representados por la Agencia Literaria Carmen Balcells, además de los fondos documentales de la propia agencia y de otras instituciones y personas»; contaría con librerías, edición «on demand» y digitalización de títulos descatalogados o antiguos; estudio de grabación; bibliotecas de autores: Joan Ferraté, Manuel Vázquez Montalbán, Terenci Moix, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa…

Ni el ministerio de Defensa, ni la Generalitat, ni el ayuntamiento barcelonés se comprometieron con la idea . Por la imposibilidad de ubicar la institución en el cuartel del Bruch se propuso el palacio del marqués de Alfarrás, en la calle de Anselm Clavé que hoy ocupa Casa Rusia.

Lo que siguió es conocido: la capital del libro hispanoamericano no dispone de una entidad que centralice los archivos de autores, editores y otros actores culturale s : «Por desgracia, el proyecto fue desatendido y Barcelona se quedó sin el gran centro imaginado por Balcells, lo que hubiera supuesto para la ciudad un extraordinario logro… Gran parte del fondo documental de la agencia fue comprado por el Ministerio de Cultura en 2010 por tres millones de euros», lamenta Riera.

En diciembre de aquel año los cinco tráileres que transportaban una documentación equivalente a dos kilómetros y medio descargaron su mercancía en el Archivo General de la Administración en Alcalá de Henares. Generalitat y Ayuntamiento fueron los más destacados responsables. Ferran Mascarell, que vio con buenos ojos el proyecto en su etapa de concejal del PSC, cambió de actitud al apuntarse al movimiento secesionista de Mas en una Generalitat «cada vez más centrada en invertir en el proceso de independencia y no en la cultura», señala Riera. El resultado: «Barcelona ya no es la capital cultural de la lengua castellana», concluye la académica.

A la inquina antiespañola del secesionismo cabe añadir la «hispanofobia táctica» de Comunes y PSC , siempre temerosos de ser juzgados poco catalanes por el nacionalismo oficializado. Si se pone calle al cómico Rubianes es a costa del almirante Cervera; si es a la pedagoga Moragas se elimina a los Reyes Católicos (al racista Sabino Arana, ni tocarlo). Ignacio Agustí, autor de la barcelonesa saga de los Rius no tiene placa por ser catalán franquista; Dalí sigue sin aparecer en el nomenclátor. Tampoco Caballé y Balcells. Su «delito»: el orgullo de la lengua del Quijote al que el consistorio negó una estatua en la playa donde, a diferencia de nuestros politicastros, el Hidalgo trocó quimeras por sensatez.

Porque Barcelona es, también, capital cervantina, aunque el sectarismo de ambos lados de plaza San Jaime pretenda ignorarlo .

¡Cuántas oportunidades perdidas! Y van…

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