Sergi Doria - Spectator in Barcino

La democracia, según Aragonès

«¡Cuán molesta resulta la separación de poderes para la república-que-no existe-idiota!»

Monumento de Tortosa EFE

Sergi Doria

Gentes de buena voluntad calificaron al gobierno Aragonès de «técnico». A ver… Jaume Giró, financiero de verbo cupero. Tània Verge, versión catalana de Irene Montero (niños, niñas, niñes) diciendo «totis vosaltres» y «més fortis». El lunático Puigneró: seis faltas en dos frases en castellano: ‘Visca la immersió lingüística! Y Lourdes Ciuró… La consejera de Justicia anuncia una ley catalana de memoria y quiere al tendencioso Memorial Democràtic en la comisaría de Vía Layetana para echar a la Policía Nacional. Su memorial ‘antifascista’ no incluirá las torturas de los Badia en esa comisaría inaugurada con la República; militante de Convergencia desde 2003, la consejera obvia que centenares de cargos de su partido (camuflado en Junts per la Nòmina), provenían del franquismo.

Ciuró es de Reus… Como José María Fontana Tarrats (1911-1984), militante de las JONS en Cataluña y cofundador del semanario Destino en Burgos. Este año se cumplen 70 de su obra más conocida: ‘Los catalanes en la guerra de España’, bestseller del Sant Jordi de 1951. Entonces muchos catalanes franquistas querían salir en el libro o fardaban de la mención; pero -Oh tempora oh mores!- en 1961 pasaron a financiar Òmnium. El desenlace es conocido: primero pujolismo, luego independencia.

La consejera había marcado en su agenda el 18 de julio -¡toma ya!- para retirar el monolito de la batalla del Ebro en Tortosa: «Un monumento fascista que honra a un bando, el que ganó la guerra», pontificaba. Pero ¡ay!... un juez paralizó la retirada. ¡Cuán molesta resulta la separación de poderes para la república-que-no existe-idiota!

Cuando en 1962 el gobernador civil Rafael Fernández Martínez, el presidente de la Diputación de Tarragona, Antonio Soler Morey y Joaquín Fabra, alcalde de Tortosa, encargaron a Lluís Maria Saumells el monumento conmemorativo, el escultor presentó una maqueta que, según su dir♠ector de obras, Víctor Esquerré Gallén, era «un homenaje a los muertos de la batalla del Ebro, de un bando y del otro». Así lo declaraba este aparejador de 85 años a Albert Cano (El Periódico, 5 de julio).

Sobre la pilastra del puente de la Cinta, dinamitado por los republicanos en abril de 1938, el monolito emergió de las aguas desde el 13 de noviembre de 1964, en el marco de los ’25 años de Paz’; hubo de esperar hasta 1966 para ser inaugurado por Franco. La inauguración fue recordada en unas placas en la Rambla Felip Pedrell, retiradas por el ayuntamiento en 2008: mucho antes, año 1985, se había eliminado el Víctor de las garras del águila y la dedicatoria a Franco.

En la cúspide del monolito un soldado alcanza una estrella. En la pilastra una inscripción respalda la declaración de Esquerré: «A los combatientes que hallaron gloria en la batalla del Ebro».

Doscientos mil soldados enviados a la muerte: los de la República con balas cuyo calibre no encajaba en el fusil, alpargatas, manta y cantimplora. Más que gloria, hambre y piojos. Catalanes del Tercio de Montserrat: carlistas de boina roja muriendo al canto del Virolai.

En febrero de 2020 recorrí aquellos parajes con Víctor Amela, a propósito de su crónica ‘Nos robaron la juventud’ (Plaza & Janés). En Villalba dels Arcs los ignaros de Arran machacaron a martillazos un monumento de 1968 y rasparon los nombres de los requetés muertos.

La ofensiva republicana fue una maniobra propagandística del gobierno Negrín que sacrificó a decenas de miles de jóvenes. Lo demuestra Daniel Arasa en ‘La batalla del Ebro a través de los partes de guerra, la prensa y la radio’: «Cierto es que la maniobra fue un éxito para los republicanos en sus primeras jornadas, pero si se analiza bien, lo conquistado carecía de valor estratégico, económico y demográfico que pretendían atribuirle».

El historiador convoca el testimonio del anarquista Diego Abad de Santillán. Mientras Negrín regurgita consignas -«resistir es vencer»- para encubrir el fiasco, Abad de Santillán se muerde los labios para no llamarle impostor: «Era mentira cuanto decía. Mentira lo de las escasas pérdidas en la batalla del Ebro, pues nos ha costado alrededor de 70.000 hombres entre prisioneros, muertos y heridos, y una enorme cantidad de material pesado y ligero…».

Volvamos al monolito erigido a la juventud (biberones republicanos, pelargones nacionales) inmolada en el Ebro. El gobierno Aragonès dedica 200.000 euros a fulminar la memoria incómoda al relato sectario. Apoyándose en la ley de consultas -esta sí, legal- el ayuntamiento de Tortosa aplicó en 2016 el derecho a decidir. El 68 por ciento de los tortosinos quieren mantener el monumento y reinterpretarlo; el 32,2, retirarlo.

Se dice que en Tortosa no son catalanes, sino ‘tortosins’. Como la ciudad no apoyó la Guerra dels Segadors fue borrada del libro de la Diputación para que no pudiera votar candidato.

Año 2021. La Generalitat desprecia la opinión de los tortosinos. Así entienden la democracia quienes presumen de ser sus adalides.

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