Sergi Doria - Spectator in Barcino

Las conexiones del enchufismo

Multipliquen cada ministro por sus respectivos asesores y el gasto –o el enchufismo– progresará en orden geométrico. Tesla, Edison y Westinghouse no llegaron a tanto

Comín y Torra, en la pasado lunes en la Eurocámara AFP

Cuando se proclamó la República Julio Camba comparó al nuevo régimen con una central eléctrica: «El Estado coge toda la riqueza nacional, y mediante un maravilloso sistema de tributos, la transforma en dinero, que distribuye también a domicilio por una tupida y complicada red de sueldos, dietas, gratificaciones, bonificaciones, cesantías, gastos de representación, extras, automóviles, material, pensiones, retiros, excedencias y ¡qué se yo todavía!».

Gracias a la potente central eléctrica que distribuye la energía pecuniaria, cualquier piojillo resentido se permite mirar a los demás por encima del hombro desde la atalaya de la Internacional Enchufista: «Se toma al ciudadano de la faz macilenta, se le pone en contacto con la red del Estado, y ya está. En un dos por tres lo vemos con las mejillas sonrosadas, los ojos brillantes, el traje a la última moda y los tacones de los zapatos en toda su correcta integridad. Un simple enchufillo más para que el cadáver vuelva a la vida, despojándose con desdén de su haraposo sudario», ironizaba Camba.

Aquella memorable crónica podría servir de pie a la foto de la lustrosa mesa-trasatlántico con el doctor Sánchez de capitán –o, mejor, almirante– y sus veintidós ministros. Multipliquen cada ministro por sus respectivos asesores y el gasto –o el enchufismo– progresará en orden geométrico. Tesla, Edison y Westinghouse no llegaron a tanto.

La lista de ministerios desmembrados para enchufar podemitas es tan difícil de memorizar como los reyes godos; pronto, la duplicidad de competencias hará saltar chispas entre sus titulares. Ahí tenemos enchufado –ministro de Consumo– al castrista Garzón: admirador –¡oh paradoja!– de la Cuba que consume poco y padece restricciones eléctricas. O a los Iglesias-Montero de Galapagar: hace poco, macilentas bombillas de un partido decadente devuelto a la luminosidad por la «energía» ministerial.

Obsesionada por dominar la potencia eléctrica y chapar el puente aéreo –alguien debería explicarle que también se vuela a Madrid para transbordar hacia otros aeropuertos– Ada Colau ha instalado medio centenar de asesores en el Área Metropolitana de Barcelona a 52.075 euros anuales por cabeza y dieciséis directivos con sueldos de hasta 81.000 euros.

Otra muestra de la conectividad energética –esta vez autonómica– es el enchufe de Joana Ortega por la consejera Àngels Chacón como asesora de «proyectos transversales» para la economía productiva. El nombramiento –mayo de 2019– resultó productivo para la exvicepresidenta del Astut Mas: 70.000 euros anuales. Cuando empezó a percibir tan generosos emolumentos Ortega estaba inhabilitada para cargo público hasta el 19 de octubre del mismo año…

Con la «desjudicialización», la única ley a cumplir en Cataluña es la de gravedad. Inhabilitan a Torra… pero el President, que ya no lo es, sigue alumbrando, cual monstruo de Frankenstein, desafíos de autodeterminación: el equipo electrógeno del doctor Sánchez lo mantiene activo hasta que cortocircuite. Su batería parece agotada, pero carga todavía una potencia de 153.000… ¿Kilovatios? ¡No! ¡Euros!

Los aspirantes al enchufe secesionista han conectado en la Eurocámara con un auténtico generador. Tras un período de hibernación, solo mitigado por las descargas pecuniarias de Jami Matamala y los iluminados que abonaron diez eurillos para el fundido Consell per la República, el fugado Puigdemont y su escudero Comín aumentan la tensión 70.000 euros en concepto de atrasos, casi siete mil mensuales y cuatro mil para gastos.

Pese a tan potente descarga europea, Puigdemont siguió con su pálida cara de Pierrot regurgitando ira antiespañola: casi nadie le escuchaba, a excepción, claro está, de Comín.

La patética pareja deslumbró al eurófobo Farage, pero no a Los Verdes: les aconsejaron que se enchufaran a sus amigos de la ultraderecha flamenca… hasta que el suplicatorio los deje fundidos.

Más allá de las metáforas eléctricas, la cuestión es debelar las torres de alta tensión que conducen la corriente separatista. En «Cómo derrotar al independentismo» (ED Libros), el periodista Carles Castro cifra en 400.000 los electores que podrían variar la relación de fuerzas en el Parlamento catalán, aunque se pregunta por qué los líderes independentistas siguen con sus promesas imposibles sobre el referéndum y el derecho de autodeterminación…

Castro confía en una tercera vía de rescate para los catalanistas moderados que saludaron por mero tactismo al procés y acabar así con la hegemonía unilateralista. En estos ocho años de alta tensión la central eléctrica separatista multiplicó su potencia clientelar: «El poder no es solo un afrodisíaco para la base electoral independentista sino una gigantesca repartidora de activos que compra lealtades y castiga discrepancias», advierte.

Verbigracia: Òmnium, ANC, CDR, Tsunami, Cámara del gasolinero Canadell… Un electroshock tolerado por la abúlica burguesía catalana. «Si esta experiencia no constituye una lección lo bastante clara, no solo será imposible la derrota en las urnas del secesionismo, sino que el desbordamiento independentista volverá a ser una realidad en poco tiempo…»

El secesionismo sigue enchufado. En Madrid y Barcelona. De tanto forzar los plomos acabaremos todos a oscuras.

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