Santiago Mondéjar - TRIBUNA ABIERTA
Una unidad de desatino en lo universal.
Sólo existe en el relato de unos políticos que optaron por suicidarse saltando desde lo más alto de su irrelevancia
Es cosa sabida que los separatistas han hecho un arte de evitar aparecer como responsables de sus propios actos, y manejan con maestría el uso del Principio de la Transposición de Joseph Goebbles.
Esta eficaz técnica consistente en imputar al adversario los propios desatinos. Por ejemplo, pregonando con aplomo que de Madrid emana una efervescencia identitaria, equiparable a la que caracterizó el malogrado procés catalán, pero con aire de chotis. Aunque es innegable que uno de los atributos del votante soberanista es su propensión a fingir creerse cualquier fabulación, con tal de no admitir haber sido engañado como un chino, una cosa es aparentar que uno se crea esa república de cartón piedra propia del príncipe Potemkin --acerca de cuyo futuro negocian con fruición Aragonès y Sànchez en una cárcel, al modo de Jimmy Hoffa y Russell Bufalino-- y otra aceptar que Ayuso esté al mismo nivel que, pongamos por caso, Francesc Macià.
Y no tanto porque no nos conste que la dicharachera madrileña tenga dos corazones, como se rumorea que le pasó al entrañable Macià, sino porque, al fin y al cabo, el hecho diferencial catalán es una pulsión redentora; una búsqueda del Santo Grial de las esencias catalanas, cuyo hallazgo brindará la existencia del Estado Catalán. Ayuso, en cambio, sólo aspira a que se permita brindar a los madrileños en los bares. No hay color.
Y no sólo esto; además, como es público y notorio, Madrid es un batiburrillo de gentes de pueblo, a diferencia de la tan sofisticada Cataluña, que es un solo pueblo, aunque, elección tras elección, los votantes catalanes se empecinen en manifestar la existencia de dos ethnos, en lugar del demos que sólo existe en el relato de unos políticos que optaron por suicidarse saltando desde lo más alto de su irrelevancia, sumiendo a las instituciones catalanas en la más absoluta indiferencia popular, porque son incapaces de levantar las pasiones que, a favor o en contra, desata Ayuso en Madrid.