Santiago Mondéjar - Tribuna Abierta
El desafío culinario del PP catalán
'Queda por ver si los correligionarios de Moreno en Cataluña entenderán el mensaje, y si contarán con el apoyo de Alberto Núñez Feijóo para seguir el ejemplo andaluz'
Que la zona metropolitana de Barcelona viene a ser la novena provincia andaluza es tan obvio, que Jordi Pujol se vio compelido a pergeñar un panfleto sobre las carencias antropológicas del «hombre andaluz», un compendio de prejuicios y tópicos para consumo de quienes necesitan sentirse superiores a los andaluces para sobreponerse a su complejo de inferioridad hacia los suecos.
Con todo, la demografía no atiende a narcisismos sintéticos, y la realidad es que, a pesar de las apariencias que han convertido a los pueblos de la Cataluña interior en parques temáticos del independentismo, basta con comparar el número de habitantes de dos o tres barrios de Hospitalet de Llobregat con el de las 782 localidades adscritas a la Asociación de Municipios por la Independencia para darse cuenta de la anomalía electoral que se da en Cataluña, consistente en que los nacionalistas ganen los partidos sin bajarse del autobús, por incomparecencia del rival.
Una situación similar se daba en Andalucía, durante los más de 35 años de hegemonía del PSOE, cuando la fuerza de la costumbre llevaba a que una victoria del PP pareciese política-ficción. 'Eppur si muove', y ahí está Juan Manuel Moreno a punto de repetir mandato, demostrando las virtudes del posibilismo y refutando la predestinación para el poder que algunos se arrogan, tanto en Andalucía como en Cataluña.
Queda por ver si los correligionarios de Moreno en Cataluña entenderán el mensaje, y si contarán con el apoyo de Alberto Núñez Feijóo para seguir el ejemplo andaluz presentado a los votantes catalanes de la susodicha novena provincia andaluza, un nuevo menú que no sea ni alguna variante de 'coca de recapte' con masa de hojaldre catalanista, ni un cocido madrileño en lata de marca blanca.
Parecen ser estos tiempos para platos más ligeros, al estilo del gazpacho andaluz, preparados por un chef con la cabeza bien amueblada, y que sea capaz de hablarle al electorado con los pies en el suelo, de tú a tú, y con un discurso relevante, libre de alharacas, y de esa retórica ininteligible tan al uso, que solo logra que los votantes se vayan a la playa a comer paella el día de las elecciones catalanas.