coronavirus
Sant Jordi también sucumbe al coronavirus y se aplaza hasta antes de verano
La Cambra del Llibre renuncia a las paradas y las firmas de autores ante las severas proyecciones de las autoridades sanitarias para las próximas semanas
Adiós a la rosa y al libro, a los atascos en el centro de Barcelona y a la bendita locura de echarse a la calle en busca de firmas y autores como cada 23 de abril y como si no hubiese un mañana. ¿Adiós o hasta la vista? Un poco de todo. Porque Sant Jordi no será este año Sant Jordi, sino otra cosa.
La celebración del Día del Libro en Cataluña era, de hecho, de lo poco que aguantaba aún de pie en un calendario cultural repleto de jirones y arañazos. Las librerías de toda Cataluña llevan ya varios días con la persiana bajada y eventos más alejados en el tiempo como la Feria del Libro de Madrid ya se habían curado en salud anunciando su aplazamiento días atrás, pero ahí seguía Sant Jordi, midiendo fuerzas con el coronavirus y deshojando la margarita del se puede o no se puede. Y no, al final no se pudo. Porque el coronavirus no sólo no entiende de fronteras, sino que tampoco atiende a tradiciones, por muy literarias y coloridas que sean.
El caso es que, por más que ya diese por hecho que la diada de Sant Jordi, el tradicional día del libro en Cataluña, también acabaría saltando por los aires, aún faltaba saber el cuándo y el cómo. Pues bien: ayer se reunió en Barcelona la Cámara del Libro de Cataluña, entidad que agrupa a editores, distribuidores, libreros e impresores, y se acordó que este año los fastos librescos de Sant Jordi no serán el 23 de abril, sino en una fecha a concretar antes de las vacaciones de verano. Una fecha que muchas voces sitúan el 24 de junio, festividad de San Juan, pero que los diferentes gremios involucrados no concretaron.
«De acuerdo con la información disponible hasta ahora y ante las severas proyecciones que están haciendo las autoridades sanitarias para las próximas semanas, la Cámara del Libro de Cataluña ha decidido posponer las paradas en la calle y las firmas de libros que son habituales cada año el día 23 de abril», lamentó, en un comunicado, una entidad que, pese a todo, no renuncia a poder celebrar un Sant Jordi «redimensionado y adaptado a las circunstancias» en el caso de que, llegado el 23 de abril, las autoridades sanitarias hayan levantado la prohibición de abrir las librerías. En ningún caso, añaden, sería posible organizarlo como hasta ahora, con las paradas y las firmas de libros en la calle.
Esto último, esencia misma de Sant Jordi, es lo que se reservan libreros y editores para esa fecha veraniega en la que esperan que, entonces sí, Sant Jordi pueda doblegar al coronavirus igual que hizo en su día con el dragón.
Fecha clave para la facturación
En cualquier caso, en poco más de una semana se ha pasado de la «normalidad» con la que los editores preveían que se desarrollaría el 23 de abril a un desbarajuste que deja tocada y hundida una de las fechas clave del calendario libresco.
No en vano, la campaña de Sant Jordi, que no se limita únicamente al día 23 sino que incluye también la semana previa, supone entre el 5 % y el 8 % de la facturación anual para el libro en castellano y hasta el 15 % para el libro en catalán. El año pasado, por ejemplo, la caja se cerró con un total de 22,16 millones de euros, un incremento del 0,6 % respecto a las cifras de 2018.
Para calibrar la magnitud de lo que supone Sant Jordi basta con comparar sus datos con los de, pongamos, la Feria de Libro de Madrid, que ya canceló la semana pasada su edición y que el año pasado bajó la persiana con una recaudación de 10 millones de euros durante dos semanas de actividad. Un panorama poco o nada halagüeño que, como destacó ayer la presidenta del Gremio de Libreros, Maria Carme Ferrera, dejará en una posición muy precaria a muchas librerías, «el eslabón más débil de la cadena del libro».
«El mundo del libro está sufriendo una de las crisis más graves y agudas de los últimos años que está afectando a toda la cadena de valor del sector», alertó a su vez una Cámara del Libro, que además de anunciar el aplazamiento de Sant Jordi, aprovechó para reclamar un paquete de medidas para afrontar la situación, que «pone en peligro la continuidad del ecosistema editorial».