Ángel González Abad - Los martes, toros
De sant Jordi al san Jorge taurino
El día de Sant Jordi, el del libro y la rosa, algunos catalanes emprendieron el camino del exilio y recalaron en la capital aragonesa
El día de Sant Jordi, el del libro y la rosa, algunos catalanes emprendieron el camino del exilio y recalaron en la capital aragonesa, arropados por los muros de la plaza de toros de la Misericordia, a donde acudieron para alimentar una pasión que les es negada en su tierra de origen. Los aficionados aragoneses acogieron con cariño a sus casi paisanos, a los que esperaba la corrida de San Jorge, patrón de Aragón.
Y el festejo, que resultó triunfal para un torero de extraordinaria sensibilidad como es el jienense Curro Díaz, unió definitivamente a las dos aficiones precisamente con el nexo del hombre que triunfó a base de derramar arte sobre el ruedo misericorde, sobre el que también dejó su sangre.
Al dirigir la mirada hacia el tendido 8, en donde se encontraban los exiliados, que entre ovaciones reivindicaron una vez más la Cataluña taurina, y tras disfrutar de la actuación de Curro Díaz, me vino el recuerdo de una tarde en la Monumental barcelonesa en la que el mismo torero dio uno de sus primeros aldabonazos.
Fue el 26 de junio de 2005 -¡doce años ya!- y el milagro del toreo eterno sucedió ante el cuarto toro del hierro de José Manuel Sánchez. «Solo toreo, buen toreo, el que surge de dentro y aflora desde las zapatillas a la castañeta. Ese toreo que solo es posible cuando unas muñecas de cristal trazan ríos de inspiración alimentados por manantiales de arte», escribí en aquella ocasión. Como ahora: «Una tarde de inspiración, de temple, la tarde de un torero en sazón, artífice del toreo eterno». El mismo Curro Díaz, el que por dos veces, en las arenas de Barcelona y de Zaragoza, ha sido capaz de poner en el haber de los aficionados lo mejor que se les puede regalar: la ilusión para seguir soñando.