Salvador Sostres - Todo irá bien

Tu libertad no vale nada

En Barcelona, la libertad de las personas formales que pagan sus impuestos y respetan la libertad de los demás, no vale absolutamente nada. Da igual si tienes que tomar un avión o llevar a tu hija al hospital

A las 20:00 horas de ayer, recién salido de K-Tuin, en la calle Muntaner, llegué a la Diagonal y vi luces de coche de Guardia Urbana cortándola a la altura de Francesc Macià y también cerca de Jardinets. Sólo en dirección Besós. Ya uno está tan acostumbrado a que por cualquier cosa le corten las calles de su ciudad, que no sólo no me causó sorpresa sino que apenas me indigné. Caminé desde Muntaner hasta Macià y llegado a la plaza le pregunté a uno de los agentes: «¿Por qué está cortada la calle?», y con una desazón perfectamente visible en su rostro noble y cansado me respondió: «No está cortada, lo estaba». «Pero si la han cortado hace sólo cinco minutos», insistí, contrariado. Y entonces, el agente, quitándose la gorra, se puso, más que serio, grave: «Mire, señor Sostres, aquí ya no existe el principio de autoridad. Si usted quiere hacer una mudanza, no hace falta que pida permiso al Ayuntamiento: llame a su primo y a su hermana, pongan una estelada, y no se preocupe, que ya nosotros vendremos a cortarle la calle».

En Barcelona mi libertad no vale nada. La libertad de las personas formales y ordenadas, que pagan sus impuestos y respetan los derecchos de los demás, no vale absolutamente nada. Da igual si tienes que tomar un avión, da igual si tienes que llevar a tu hija al hospital, da igual si tienes que ir a trabajar o simplemente a cenar con tus amigos. Tu libertad no vale nada y tu ciudadanía es una piel de plátano puesta para que otro la pise y la resbale. Que baste que cuatro idiotas tengan el capricho de cortar una calle tan importante con la Diagonal para que en efecto puedan conseguirlo es un escándalo. Que la Guardia Urbana, en lugar de disolverlos, los blinde y los proteja, como si fueran los acomodadores que antes había en el cine, es contrario a los principios de la vida civilizada. Si mi libertad no vale nada, ¿por qué tengo que pagarla? Si no puedo circular libremente por las calles de mi ciudad, ¿de qué sirve la democracia? ¿Tenemos que revisar el contrato? ¿Nos saldría más a cuenta contratar seguridad privada?

Lo mismo sucede con los acampados en Gran Vía, que ya ni tienen el apoyo de ningún partido independentista. ¿Su libertad es más importante que la mía? ¿Hacer lo que hacen responde de verdad a alguna idea razonable de libertad? No estamos hablando de algo puntual, ni de una manifestación autorizada. Estamos hablando de nuestro lugar en el mundo, de nuestro contrato con la ciudad. Estamos hablando de qué clase de día hemos vivido, y de si aún tiene sentido continuar confiando en el sistema o es preciso un gesto desmesurado que cambie el curso de las cosas.

En este momento, diez chicos que quieran cortar la Diagonal tienen garantizado que no sólo podrán hacerlo sino que tendrán a la Policía de su lado, velándolos. Pero si tú quieres llegar a París para ir a cenar con tu hija, con tu jefe, o quieres ir al Hospital Oncológico de Bellvitge, lo que tienes garantizado es que no vas a llegar si estos chicos así lo desean. Hemos tenido paciencia, toda la paciencia del mundo. Hemos sido comprensivos, generosos, ha ardido la ciudad y no hemos dicho nada ni hemos contratado a un ejército de mercenarios para poner orden, y podríamos haberlo hecho, y nadie serio nos lo hubiera reprochado, y si nos hubiéramos presentado a las elecciones explicándolo, las habríamos ganado.

Albert Batlle es un fantástico teniente de alcalde de Seguridad, lleva toda su vida política demostrándolo, pero si no toma decisiones drásticas, la ciudad va a escapársele de las manos. Si nuestra libertad no cuenta, tenemos derecho a saberlo y a buscar otro modo -y les juro que lo encontraremos- de organizarnos.

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