Salvador Sostres - Todo irá bien
Las formas
«Hablaremos de las formas dentro de diez años, cuando vuestras hijas se hayan convertido exactamente en aquello para lo que las estáis educando»
Es una conversación con unos catalanes ricos -no tanto como lo que presumen- que veranean en Pals. Es una conversación sobre el artículo que escribí a final de curso sobre la escuela de danza Esther Bosch . Decía y digo que es una escuela funesta, inelegante y vulgar, que cosifica a las niñas y les enseña el camino del burdel. Burdel físico, burdel moral, qué más da. Un exhibicionismo hortera que nada tiene que ver con el control del cuerpo para crear belleza, ni con ninguna pedagogía edificante.
Estos ricos, que no lo son tanto, y cada vez menos, me reprochan, nada menos que en Pals , la dureza de mi artículo, sobre todo «por las formas». Se hacen como los ofendidos y yo no digo nada porque desde Crónicas Marcianas sólo discuto si me pagan.
Ellos, los de las formas, los que se consideran parte de la burguesía catalana, fueron los que no dieron la cara ni por la independencia ni por la convivencia, ni por Cataluña ni por España, los que se mantuvieron en su cínica equidistancia para no quedar mal con nadie. También entonces le reprocharon las formas a Puigdemont , a la Guardia Civil el 1 de octubre, al Rey el día 3, y al juez Llarena mientras duró su instrucción. Ellos fueron los que no hicieron nada, ni dijeron nada, y renunciaron a su liderazgo, a su supuesta altura moral tal como ahora dimiten de ser padres permitiendo que una escuela atroz putifique a sus hijas. Son los príncipes de todas las deserciones, los mayores cobardes de nuestra era, los que se escudan en las formas por no tenerse que ver en el espejo de su miseria. Son los que cuando nos hicieron falta no supimos dónde estaban y no se dejaron encontrar. Son la causa de todo lo que dentro de unos años no comprenderán de sus hijas, y se preguntarán los unos a los otros, ¿cómo pudo ser? ¿Qué nos ha pasado?
Soy un hombre sátiro de estrellas bajas y sé cómo acaban las chicas instruidas en este desparpajo de whiskería ; sé cómo acaban y a qué hora de la noche y en qué locales. Alguna vez he estado allí de visita y a estos ricos -riquitos- de Pals les va a costar más dinero del que tienen rescatar a sus hijas del camino donde lleva lo que se aprende en Esther Bosch. Más dinero y más esperanza.
Después de venderos el país sólo os quedaban vuestras hijas y también os las habéis vendido. Por no quedar mal, por la pijería de una marca, por no meteros en un lío, primero Cataluña y luego la niña. Si como padres y madres no reaccionáis ante el vergonzoso, patético, casi delictivo espectáculo de fin de curso en el Palacio de Congresos, si como padres no os sentisteis atacados, ofendidos, humillados, si ya ni ver a vuestras hijas en aquella situación tan hiriente os conmueve, si no os subleva, es que estáis muertos por dentro, es que se os ha podrido el alma.
Lo que ha pasado en Cataluña en los últimos años no puede explicarse sin vosotros. Sin vuestro abandono, sin vuestro colaboracionismo con el que a cada momento parece que va a ganar para poderle seguir facturando, sin vuestra dejadez intelectual , política y social. Sin vuestra ignorancia, sin vuestra falta de ambición, sin vuestra falta de tensión espiritual, de talento y de deseo de mundo mejor. Miraos bien, discutiéndome las formas cuando sois todas las formas de la derrota, todas las rendiciones, la avariciosa mediocridad de una clase social que en los países serios lidera y manda y reparte el juego, y vosotros os habéis dedicado a especular, a dejar que todo degenerara, sin las agallas de levantar la voz y el ánimo, así con Cataluña como con vuestras hijas, así culpando siempre a los demás de vuestras faltas como escogiendo las peores escuelas de danza. Miraos bien, pensad en qué habéis hecho. Pensad cuál fue la última vez que tomasteis algún riesgo que no fuera conducir borrachos -o algo peor- de vuelta a casa.
Una sociedad sin ricos de verdad , que de verdad lo sean y asuman su rol de líderes; una sociedad sin padres que eduquen a sus hijas en el criterio, en el control de sus virtudes y su talento, y en la belleza, es una sociedad que termina exactamente como ha terminado la sociedad catalana: empobrecida, vulgarizada y deshilachada, sin rumbo cierto, sin ya ni sed de una salvación a la que aferrarse.
Las formas de mi artículo eran las correctas, pero sobre todo las necesarias. Reflejaban la dureza -y la desesperación- del fondo. No puede extrañarme que muchos prefiráis romper el espejo que veros en él. Yo en vuestro lugar haría probablemente lo mismo, porque hay que ser muy valiente para reconocerse en el desastre que habéis causado. Tendría alguna disculpa -todos vivimos vidas de imperfección- que os hubierais equivocado, pero no lo habéis ni intentado. Hablaremos de las forma s -aunque no creo que de las mías- dentro de diez años, cuando vuestras hijas se hayan convertido exactamente en aquello para lo que las estáis educando.