Salvador Sostres - Todo irá bien
Estrella de mi vida
«No es ninguna causalidad -ninguna causalidad moral- que los que dicen defender la vida del toro se alegren cuando muere la persona»
La cantante Estrella Morente defendió el pasado domingo la tauromaquia en Operación Triunfo. La han acusado de aprovechar la potente difusión del ente público para hablar de lo suyo en lugar de limitarse al rol por el que había sido contratada. Yo no he visto su contrato pero algunas veces desde su fundación, hace muchos años, he visto OT, y sin duda la luz de Estrella defendiendo lo que piensa y siente fue el momento más bello digno de la historia del programa, por no decir el único momento digno. Desde aquella siniestra Pilar Tabares, que odiaba la música y dio alas a esta descarnada bazofia, hasta la misma emisión del domingo, OT es contraria a la promoción del talento y la inteligencia que se espera de una televisión pública y es comparable a que los médicos de la Seguridad Social mataran a los pacientes en lugar de sanarlos. Esto es lo que hace TVE con la música: asesinarla, y asesinar la sensibilidad de los jóvenes españoles, en lugar de educarla, «you bunch of money grubbing pricks». Ha habido geniales programas musicales en TVE, desde La bola de cristal hasta El conciertazo dirigido por el inolvidable Fernando Argenta. OT es un escarnio a aquella tradición y un linchamiento a la música. No me extraña que la anomalía de altura moral, de calidad artística y moral que Estrella Morente encarnó causara en aquel vertedero -y cercanías- toda clase de rechazos. Me gusta Estrella, me gusta su padre. Me gustan las personas que ponen acentos de luz en lo que creen. Yo no soy -para mi desgracia- taurino. No es mi espectáculo, porque no he sido educado en él, o tal vez porque no dispongo de la suficiente sensibilidad. Pero no me puede gustar más el arte que el toreo ha inspirado. Adoro a Lorca, a Bergamín, a Gerardo Diego, De purísima y oro me parece la mejor canción de Sabina, y una de mis convicciones más profundas que el destino del Hombre es domar a la bestia y someter a la Naturaleza. Yo soy de aquí: contra la fuerza bruta, el contorneo sexy. No es de televisión pública insultar a la música. Es de televisión pública que aparezcan personas libres y valientes a decir lo que piensan, y alcen su voz entre la masa aunque sepan que a muchos no va a gustarles. Aprovechar cada altavoz no es «aprovecharse»: es ensanchar la libertad. Defender la tauromaquia es defender la vida y es defender la muerte en una España en que ya nadie defiende nada y mucho menos con su sueldo, y mucho menos si se trata de alguna persona o alguna idea que se salgan del carril donde todo el mundo juega a no perder y cualquier personalidad se enjuaga y acabamos reducidos a pobre parodia de nosotros mismos. Si OT destruye cualquier cerebro, la libertad de Estrella lo resucita, su voz por encima de los montones de prejuicios sobre los que basamos nuestro resentimiento, nuestro recelo y nuestra ignorancia. Que una señora se juegue su popularidad y su público, y cuando digo «su público» no sólo me refiero al afecto sino también a la venta de entradas para sus conciertos; que una señora dignifique la televisión pública -en uno de sus contextos más indignos- mostrándoles a a los chicos y no sólo a los chicos lo que significa ser valiente y la libertad, es una bella invitación a la esperanza que tendría que ser puesta como ejemplo de ciudadanía. Esto es exactamente lo que nos jugamos. Salvar la difícil libertad que asumió la artista no sólo para defender lo que ella pensaba -y esto fue lo verdaderamente significativo- sino para enseñarnos a todos a proyectar nuestra dignidad en los momentos decisivos, con intensidad y sin renunciar a la belleza, al estilo y a la clase. Yo no recuerdo si alguna vez les he explicado que mi hija admira mucho a Messi, y que disfruto especialmente de los momentos de complicidad entre padre e hija de ir juntos al Camp Nou, «donde lloraba mi abuelo con mi papá de la mano». El pasado sábado de camino al estadio, jugábamos contra el Eibar, hablamos de Messi con Maria, y quedó muy sorprendida cuando le dije que ella podía ser exactamente como su estrella en lo sustancial de su vida. Le expliqué lo duro que ha trabajado su ídolo para llegar donde ha llegado, lo valiente que fue de niño, marchándose de su país para jugar en el Barcelona. También le conté que pese a ganar mucho dinero y ser probablemente uno de los personajes más conocidos, admirados y queridos de nuestra ciudad, nunca ha protagonizado un escándalo, ni ha llegado tarde a un entreno, y queriendo jugar aún cada partido demuestra su grado de compromiso con su trabajo y con su empresa. Esto es la libertad: el compromiso. Así ensanchamos los límites del mundo y hacemos sonreír a Dios. Por continuar con el fútbol, el miércoles cuando fui a ver a Pep, me encontré en el palco del Bernabéu al Secretario General de UGT, José María Álvarez. Hay algo de sustancialmente distinto entre jugarse el tipo como Estrella defendiendo la tauromaquia en TVE, o Messi arriesgando el tobillo en cualquier patatal de Murcia o Albacete; y estos sindicalistas de pacotilla que se llenan la boca de desprecio a «los poderosos», al establishment y a la derecha -que todos somos unos fascistas, por supuesto- y luego por detrás vienen a buscar calorcito en nuestros aposentos. Hay algo sustancialmente distinto: y es la libertad, en su profundidad y en su ímpetu. También se lo conté a Maria. Y también le expliqué , que en el AVE a Madrid me tocaron al lado dos de TV3, un cámara y un periodista, y cuando aún faltaban tres cuartos de hora para llegar a Zaragoza, se dieron cuenta como dos paletos que salen por primera vez de la aldea de que desde nuestro vagón no se podía acceder al vagón de Primera en el que, camino de su mesa de diálogo con Pedro Sánchez, viajaba Quim Torra con su séquito de 15 personas, incluyéndolos a ellos, a pesar de que TV3 tiene una nutrida delegación en Madrid. Los empleados, en lugar de esperar con resignación que llegáramos a Zaragoza para bajarse de un vagón y subirse al otro, enseguida se pusieron sus abrigos, cargaron sus mochilas y estuvieron más de media hora como dos auténticos dementes frente a la puerta, tal vez creyendo que por estar allí manifestaban mejor su adhesión inquebrantable a la independencia o a sus profetas. Fue gracioso verles salir corriendo cuando el tren se paró en Delicias. Su emergencia fue la grave emergencia de la prensa libre. Ahí estaban dos tipos adultos, me imagino que con familia, humillándose en una carrera servil, arrastrada y vergonzosa. El espectáculo me hirió sólo con verlo, aunque mi intención fuera reírme de ellos. ¿Tan convencidos estáis de no tener ningún talento como para aceptar este bochorno? Entre Estrella y Messi, entre el sindicalista del palco y los felpuditos de TV3, está el vigor y la mediocridad de España, su gloria y su tragedia. Si Estrella dignificó la televisión pública con su bravura, los sirvientes del tren, corriendo como muertos de hambre, dictaron una deprimente lección de caída y pequeñez, de cómo tu dignidad es tu decisión y no vale nada sin el empuje de la libertad. No es ninguna causalidad -ninguna causalidad moral- que los que dicen defender la vida del toro se alegren cuando muere la persona.