Salvador Sostres - Shambhala
Estar en Jondal
Lo importante de Jondal es estar, dejarse ser, ser atendido por los camareros que parecen como sumidos en el caos pero que saben exactamente lo que hacen y lo hacen muy bien. Jondal es lo contrario del sufrimiento
NO hay ningún lugar en el mundo en el que yo pueda estar mejor que en Jondal, en cala Jondal, Ibiza. Es la versión playera de Estimar, el restaurante de Rafa Zafra en Madrid y Barcelona. Rafa tiene también Amar, en el Palace de Barcelona, y este otoño abrirá un nuevo restaurante en Madrid, más centrado en la carne.
Pero Jondal es la mayor genialidad convertida en restaurante que he visto en mi vida. No sólo por la comida, no sólo por los toldos, no sólo por los pinos, no sólo por la arena y el agua, no sólo por los cuerpos de los demás clientes que redimen las altas imperfecciones del mío. No por nada de esto en concreto, sino por todo junto. Jondal es una manera de estar en el mundo y es la manera más bella, estilizada, agradable y feliz que yo he conocido. De cuanto he aprendido, descubierto, sabido o experimentado viajando por el mundo me quedo con la sensación de estar en Jondal. Me gusta llegar pronto, sobre la una, y marcharme cuando ya no hay sol en los pinos y la luz es un recuerdo del día. Todo está bueno: la rubia gallega, el cangrejo, el tartar de cigalas con caviar, la tostadita con caviar de bienvenida, los pescados, la carne. Puedes elegir lo que quieras y lo contrario, nunca falla ni por la calidad ni por la cocción. Pero lo importante de Jondal es estar, dejarse ser, ser atendido por los camareros que parecen como sumidos en el caos pero que saben exactamente lo que hacen y lo hacen muy bien. Jondal es lo contrario del sufrimiento. El mundo está bien hecho.
Este bienestar ibicenco es único en la Tierra. Y Rafa Zafra también. Lo de Ibiza no creo que tenga una explicación demasiado racional, pero los que hemos conocido la isla, a veces de casualidad y contra bastantes prejuicios, queremos siempre volver y cuando estamos son los mejores días del año. El sol cae sobre mi cuerpo dándole paz y volviéndolo todavía más lento. También cae sobre mi cerebro y lo deja a un máximo del 50% de capacidad, aunque en algunas horas bastante menos. Ibiza es el modo en que el sol cae sobre ti y sobre el paisaje. Los colores de Ibiza, sobre todo el del cielo de noche, no están en ningún otro lugar. Dios pinta aquí con una paleta distinta.
Lo de Rafa tampoco es fácil de explicar, pero hay algunos datos que ayudan. Para empezar es de Sevilla, una ciudad que sólo ha dado buenas noticias al mundo. Supongo que habrá de todo, como en todas partes, pero los sevillanos tienen una manera superior de estar a favor de las cosas. Estimar y Jondal son restaurantes sobre la alegría, sobre la felicidad, sobre lo hermoso que hay en el mundo y sobre sentirse bien, realmente bien. Es fácil decirlo. Pero sólo hay un Jondal, tan sencillo que parece.
Evidentemente no es un restaurante sencillo. Ni fácil. Es un restaurante como el carácter de Rafa, hecho a su medida. Hecho como a él le gustaría que el mundo fuera, aunque tan a menudo el mundo se empeñe en ser de un modo tan distinto -y tan mediocre. Rafa no se hace líos, no quiere ser quien no es, no pretende impresionarnos y es suficientemente buen empresario para con muy poco saber crear esta gran felicidad en sus clientes, y suficientemente honesto, buen cocinero y discípulo de Ferran Adrià para no engañarnos nunca y darnos siempre lo mejor y de la mejor manera posible. Como cuando vamos al médico y nos ponemos en sus manos, hay que ir a Jondal y confiar en Rafa. Él sabe lo que tú necesitas mejor que tú. Te bastará llegar para entenderlo. No quieras pensar. No quieras decidir. No quieras hacerte el que sabe cómo funciona. No estés tenso ni quieras mandar. Tú dedícate a beber, a hablar con tus amigos, a mirar lo que te rodea como si no fueras tú, abstrayéndote de la escena. Come lo que vayan trayendo. Intenta no pensar en mucho más que en la siguiente frase. El mundo se para cuando estás en Jondal. No hay nada urgente. No te esperan en ninguna parte. No es necesario contestar llamadas. Antes de los cafés sienta muy bien un baño, pero sólo si te apetece. Hay unas duchas competentes para quitarse la sal. Hazlo todo despacio. Yo el otro día al salir del agua vi que estaban sirviendo ya los gintónics y quise acelerar el paso para llegar enseguida a la mesa; y lo que conseguí fue resbalar sobre la pasarela de madera entre modelos que pesaban menos que un paquete de jamón en dulce. Las pobres se ofrecieron a ayudar a levantarse al caído adefesio, lo que además de humillante y antiestético -yo me sentía como rayando lienzos de millones de euros- fue imposible, porque con sus 250 gramos de peso cada una nada pudieron hacer con mis excesos. No pasó nada, no me hice daño, la escena duró menos de lo que tardado en relatarla, pero me sirvió para recordar que mi cerebro funciona estos días a la mitad y que correr, a mi edad y en mis condiciones, es mejor que no lo haga ni cuando el cerebro me funciona a pleno rendimiento. Los gintónics pueden esperar, aunque es verdad que por pocas cosas más nobles se puede tener prisa que por tomarse un gintónic. Jondal es nuestro. Está todo pensado para que estemos tranquilos, seguros y sin tener que hacer ni pensar absolutamente nada. Después de una copa viene la siguiente, con total naturalidad. Nadie las cuenta, salvo tu mujer. Que este restaurante es un modo de estar en el mundo no es una metáfora. Es Ibiza, es Jondal, es Rafa. Si lo olvidas te caes.