Salvador Sostres - Todo irá bien
Enamorarse no es serio
«Enamorarse de otra mujer cuando eres un padre de familia no es serio, y he empezado hablando de tu esposa, y de ti como su esposo, dejando a tus hijos para el corazón del artículo»
![Adam Driver y Scarlett Johannson, en «Historia de un matrimonio»](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2020/02/20/Imagenscarlett-kE9E--1200x630@abc.jpg)
A partir de una edad, y de un estado civil, enamorarse no es serio. Pero aún quedan por lo visto padres de familia que se enamoran de mujeres que no son las suyas. No es serio. Pero pongamos -que es mucho poner- que resulta inevitable. Lo razonable es aguantarse, sublimarlo y brindar con tu valentía, tu honor y tu lealtad por lo que pudo haber sido y nunca será. Estos brindis solitarios parecen modestos, y hasta estrafalarios, pero he de decir que con el tiempo me parecen los más nobles. Pero bueno, si en tu ímpetu, en tu capricho y en tu inmadurez decides que no puedes aguantar sin llevarte a aquella chica por delante -«una vegada més i prou»- entonces la hombría que no tuviste para controlarte, has de tenerla para que tu mujer no se entere, ni nadie de su entorno, para que no tengan ni tu esposa ni tus hijos que cargar con la humillación de tu debilidad. Romper tu familia porque te has enamorado no es agradecido, ni sensato, ni es cumplir con tu misión. Además, ¿qué esperas exactamente de esta chica? Tu mujer te dio a tus hijos, conoces sus defectos, has sido capaz de soportarlos tal como ella te ha soportado a ti, el tiempo os ha atravesado con la misma flecha y aunque el deseo no es voluntario -y entiendo que esto es durísimo, y en ocasiones desmoralizante-, para la ternura siempre hay tiempo. ¿Qué crees que encontrarás marchándote de casa? ¿Qué crees que pensarás dentro de veinte años? ¿Has pensado en el precio que tendrás que pagar, y no me refiero ni siquiera principalmente al oneroso divorcio? Ahora el amor te ciega, pero ¿estás seguro de que esta chica va a tener la piedad que tu mujer tiene contigo y que a partir de una cierta edad todos necesitamos? Tú quieres sentirte joven pero ya no lo eres. Tú quieres volver a tus 30 años pero ya no tienes la fuerza. Tú crees que es amor, pero enamorarse no es amor. Enamorarse es fiebre, egocentrismo, una mano violenta que arrasa todas las flores del campo y dice que ama la naturaleza. Amor es aguantar. Amor es permanecer. Amor es mantener tus promesas. Amor es saber qué hacer con tus fiebres sin contagiar a todo el mundo a tu alrededor cuando tú te tambaleas. Enamorarse de otra mujer cuando eres un padre de familia no es serio, y he empezado hablando de tu esposa, y de ti como su esposo, dejando a tus hijos para el corazón del artículo. Y perdona que te lo pregunte, pero ¿tú quién te has creído que eres? Yo soy el padre de Maria, y si no soy el padre de Maria no soy nada. Ni nadie. Y en todo lo que digo y hago, y en todo lo que escribo y amo soy el padre de Maria y ella es todos mis principios y todos mis finales. El padre de Maria no rompe su familia porque se ha enamorado, aunque sólo sea porque de quien está enamorado el padre de Maria es de Maria. Me pregunto en qué piensan los padres que se marchan de casa abandonando a su mujer y a sus hijas. Me pregunto de dónde sacarán el nervio para decir «es que yo también tengo derecho a vivir mi vida». ¿Pero a qué vida te refieres? ¿A qué derecho? Y ya que estamos, ¿qué son los derechos? Cuando nació mi hija, entre muchos otros sentimientos tuve uno muy liberador, que fue el de darme cuenta de que ya no era lo más importante de mi vida. Fue un gran alivio. Fue un gran primer regalo que me hizo Maria: obligarme a dejar de vivir concentrado en la pupita que me hacía el dedito. Dejar de dar las vueltas del perro sobre mí mismo. ¿Qué son mis derechos? Son los derechos de mi hija. Mi único derecho es el de proteger, educar y dar esperanza a mi hija. ¿Qué significa «vivir mi vida»? Vivir mi vida es que Maria pueda vivir la suya. Están los que dicen que cuando se marche de casa me sentiré vacío y solo, como si el amor de un padre dependiera del callejero o de la distancia, como si escribir no fuera la mayor conspiración jamás inventada contra todas las categorías de la soledad. Mi vida es la de mi familia. Mi vida no es irme enamorando por las esquinas. Del mismo modo, mi «calidad de vida» es la calidad de mi trabajo y no un mes de vacaciones como los oficinistas y las secretarias. Mi calidad de vida es la calidad de vida que puedo procurarle a mi hija, su escuela, su atención médica, las cosas hermosas del mundo que puedo mostrarle, y muy especialmente los grandes restaurantes, que es donde la Civilización se dirime, se asienta y se proclama. Conocí a una chica que forzó a un hombre 20 años mayor que ella a romper su familia: tenía tres hijos. Dos años más tarde de haberlo conseguido pretendía que yo rompiera la mía. La estructura fundamental de cualquier niño es su familia. Sobre todo, sus padres unidos. Juntos. Es propaganda decir que basta con «que cada uno me quiera por su lado». Es la mentira que suelen decir los cínicos y que suelen creerse los hijos de padres no separados: yo no llegué a tiempo, aunque a veces pienso que la ignorancia habría sido un precio aceptable para evitar el descalabro. Cuando Maria nació, me juré que mantendría unida a mi familia aunque fuera con mis propias manos, y eso es lo que cada día hago pese a mis extrañas circunstancias. La vida es extraña, sí, y nadie dijo que fuera fácil. Pero verdad que no entiendo cómo un padre puede pensar en términos de «mi vida» o de «yo también tengo derecho a ser feliz» pasando por encima del derrumbe de sus hijos. No es que les juzgue, es que no les entiendo. No es que me parezca mal, es que me parece imposible que un padre pueda ni siquiera creer que va a poder ser feliz rompiéndoles la familia a sus hijos, dándoles lo que en muchos años va a ser su peor disgusto. Vivimos vidas de imperfección, pero aunque enamorarse no siempre es una elección, casi siempre podemos decidir qué hacemos con nuestro enamoramiento. Y en cualquier caso, siempre podemos y tenemos que decidir qué hacemos con nuestra familia. La debilidad es comprensible. Errar a veces, suele ser humano. Pero nuestra única misión, lo único que justifica nuestro lugar en el mundo cuando somos padres, es asegurar el portal, el belén, la estructura. Nuestro único deber irrenunciable es nuestra familia. Nada sirve de nada si rompes tu familia. Hay casos extremos, dolores insoportables que quedan lógicamente fuera de este artículo. Pero llegar a tu casa y decirle a tu mujer que te has enamorado de otra, y que te vas; y decirles a tus hijos que su Paraíso, su derecho -esto sí que es un derecho- a que su familia sea la bahía de la tranquilidad, el puerto seguro al que siempre poder regresar, es de una inconsistencia y una crueldad que merece el más hondo desprecio de cualquier persona libre (y que haya entendido el verdadero y profundo significado de la libertad). Mi mayor libertad, y la que más me compromete, es ser el padre de Maria. Mi vida y mi calidad de vida es superar mi mediocridad, y todas las mediocridades que se crucen en mi camino, para ser el resguardo, el arquetipo, la esperanza, la estructura de mi hija. Todo lo demás son temas de artículos, la hora de ir a cenar, y qué día voy a la peluquería.