Salvador Sostres - TODO IRÁ BIEN
Agua y jabón
España ha sido paciente y tenaz en Cataluña y ha ganado. Todo lo contrario del independentismo, que ha sido demasiado cobarde y muy poco inteligente
Hace poco menos de cinco años el Rey pronunció su discurso de rechazo al simulacro de golpe al Estado en Cataluña y muchos fueron los que en mi tierra dijeron, incluso desde los sectores más moderados, que la monarquía se había echado a perder para siempre entre los catalanes. Esta tarde la princesa Leonor ha llegado a Gerona entre detractores y partidarios, sin ningún problema, en plena normalidad democrática. La victoria del Estado en Cataluña ha sido más aplastante que cuando para ganar se usaban los tanques. Todavía hay tensiones, palabras más gruesas que las otras, y esa sensación, aunque ya muy leve, que el independentismo quiere que tengamos de que algo misterioso va a pasar que va a decantar la Historia en su favor.
Pero la princesa de Gerona está en su casa, ejerciendo su título, y la que ha quedado como la hortera que es ha sido la alcaldesa, que no ha ido a recibirla. Nunca ha existido realmente un conflicto serio entre Cataluña y España, y ha sido siempre un conflicto entre independentistas. Es verdad que de esto no siempre fue fácil darse cuenta, y he de confesar que yo soy de los que en algún momento, por decir lo menos, perdió la paciencia. Ahora el independentismo no se debate ni siquiera entre la victoria y la derrota entre ellos, sino entre la irrelevancia y la mala educación. Entre Puigdemont que ya no importa ni a los suyos y la alcaldesa que tal vez no tenía nada digno que ponerse y le ha dado reparo ir de cualquier manera a ver a una futura reina. Bueno. Hace unos días anunció que no volverá a presentarse a las elecciones. Una menos.
La realidad, el presidente Rajoy lo dice, es el mayor enemigo de un loco. España ha sido paciente y tenaz en Cataluña y ha ganado. Todo lo contrario del independentismo, que ha sido demasiado cobarde y muy poco inteligente. La normal presencia de la monarquía en Gerona, con una princesa que encarna y representa una evidente superioridad al fervor cantonal, tan feo, y tan de pueblo, es la clase de victoria que ha de enorgullecer a una nación democrática y ha de avergonzar a una tribu de histéricos.
Gerona es la metáfora de todo aquello por lo que el independentismo tendría algún día que disculparse. No por su idea de una Cataluña separada de España, ni siquiera por los métodos inevitablemente golpistas que tenía que usar para llevarla a cabo. Es por esta arrogancia rastrera, mezquina, tan poco valiente. Por esta terquedad inframental, tan gritona como inconsistente, tan presta a dar lecciones como a esconderse cuando alguien acude a reclamárselas.
Más que una victoria institucional, que sin duda lo es, la visita a Gerona de la princesa Leonor es higiene básica de agua y jabón.