Pablo Nuevo - Tribuna Abierta
Riesgos de la nueva política
Los representantes de la nueva política, como ya nos tienen acostumbrados, se llenarán la boca de expresiones grandilocuentes
En esta campaña electoral de dos meses que comienza volveremos a oir con insistencia que se trata de elegir entre lo nuevo y lo viejo. Los representantes de la nueva política, como ya nos tienen acostumbrados, se llenarán la boca de expresiones grandilocuentes: reforma constitucional, pacto de estado por la educación, cambio del modelo productivo... sin que por desgracia sepamos en qué consisten las propuestas políticas que, eso sí, repiten sin cesar en los platós de televisión los candidatos de estas nuvas formaciones, todos jóvenes y telegénicos.
Tomemos como ejemplo el pacto de estado por la educación: más allá del tópico de que hay que conseguir una legislación educativa que dé estabilidad al sistema, o que debe haber un gran acuerdo entre las instituciones y la comunidad educativa, ninguna de las nuevas formaciones ha acertado a exponer qué debe hacerse para que mejore la educación en España. En este sentido, falta una reflexión seria sobre el papel de los padres en la elección de escuela, la libertad de enseñanza, cómo equilibrar libertad y equidad en la educación, si debe darse o no prioridad a la transmisión de conocimientos, cómo conjugar autoridad y participación, etc., etc. Y esto que sucede en educación se repite en relación con los principales retos que tiene planteados nuestro país.
Esto se debe a que la nueva política es, en realidad, muy vieja, y está reproduciendo algunos de los errores de planteamiento y diagnóstico de otras mentes brillantes que, hace más de cien años, jugaron a resolver las crisis de España desde el diletantismo. En efecto, parece que los intelectuales que articulan el discurso de estos nuevos partidos no sean sino la versión 2.0 de aquellos intelectuales que, pretendiendo regenerar España, frustraron las posibilidades reformistas y modernizadoras iniciadas en la Restauración, abonando el campo al radicalismo de izquierdas y al conflicto civil.
Ante los vicios de la Restauración, los intelectuales de la primera década del siglo XX también propusieron un programa fantástico, que debía acabar con los problemas de España, y también apelaron para ello a la nueva política. Y como los de hoy, tampoco acertaron a proponer cosas concretas. Así, aun compartiendo el propósito regenerador, Herrera Oria se dio cuenta de esto, señalando que lo que hacía falta es que esos intelectuales en sus lecciones de educación política escogieran "temas concretísimos, problemas determinados, de tantos como pesan sobre España".
Y es que siempre es más fecunda la política de las cosas concretas que el ensoñamiento de quien aspira a construir el paraíso en la tierra, aun cuando sea un paraíso burgués. Es cierto que tiene menos glamour, y en la medida en que no impugna el sistema en su conjunto parece que es cómplice de los defectos de éste, pero es preferible la actitud del que construye y reforma sobre lo existente, que la del regeneracionista utópico que confunde la política con la tertulia de café, en la que sólo importan los grandes temas.
Cánovas, Silvela, Maura, Dato... Hace cien años se quebró la evolución del régimen constitucional, y la sociedad española lo pagó durante décadas. Ojalá de su fracaso aprendamos que el regeneracionismo o es reformista -y por ello, atento a las mejoras concretas- o genera expectativas de imposible cumplimiento que abren la vía al radicalismo de izquierdas. Y esto, también, se dirime el 26 J.
Pablo Nuevo, abogado y profesor de Derecho constitucional de la Universidad Abat Oliba CEU.