Juan Milián - Tribuna Abierta

La refundación democrática de la Generalitat

El Estado debe actuar para recuperar y proteger la democracia en Cataluña. Los símbolos partidistas y de exclusión sobran de los edificios públicos los 365 días del año

Això va de democràcia. El nacional-populismo es hostil al Estado de Derecho y a las libertades individuales. Es un apagón ético que desprecia la responsabilidad e, incluso, la verdad. Pone en riesgo la convivencia, porque entiende el pluralismo como un obstáculo para su sagrado objetivo. Así, desde que en 2012 decidieran eliminar cualquier tipo de contención, los partidos independentistas han ido abusando de las amplias competencias autonómicas hasta llevar la Generalitat y todo organismo público que de ella depende a una escandalosa situación de putrefacción política. Ya no es que las instituciones catalanas estén sesgadas por una determinada orientación ideológica, es que se dedican intensa y premeditadamente a pisotear los derechos y las libertades de parte importante de la población y a perjudicar los intereses económicos y sociales de prácticamente toda ella. Cataluña ha dejado de ser locomotora de España. Y si la Generalitat continúa bajo el signo de Waterloo, no volverán ni las empresas, ni los afectos. Simplemente, nos sumiremos, aún más, en esta amarga decadencia. Por eso, esto va de democracia. Esto va de salvar la democracia.

No hay otra. Es hora de frenar el poder con poder. Es hora de refundar la Generalitat. El Estado debe actuar para recuperar y proteger la democracia en Cataluña. Los símbolos partidistas y de exclusión sobran de los edificios públicos no solo en periodo electoral, sino los 365 días del año. Los medios públicos deben ser plurales o cerrarse. Ejercer con firmeza las competencias del Estado en educación es obligatorio para acabar con la ignorancia y el odio. El control de las finanzas ha de ser total mientras la Generalitat esté en manos desleales que son un peligro para el propio autogobierno. Y ni un euro de dinero público puede acabar en manos de partidos u organizaciones que animan a la violencia. Esta es la única oferta que los separatistas pueden recibir tras haber roto el pacto constitucional y no arrepentirse de ello. Ofrecerles más instrumentos para que puedan completar el próximo golpe, que no han dejado de anunciar, es temerario y contraproducente. La democracia, como la reconciliación entre los catalanes, solo será posible si se hace justicia y las instituciones vuelven a ser de todos y para todos.

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