Recuperación económica, debilidad social

Coincidiendo con la publicación este otoño del quinto Informe Social de la Fundación Rafael Campalans, se acumulan los acontecimientos y efemérides, como el décimo aniversario del estallido de la gran crisis que nos ha llevado a la gran mutación del sistema económico, social y también político que vivimos con angustia. También un año de cambios políticos de vértigo tanto en España como en Cataluña, con el riesgo de ruptura del Estado de Derecho por parte de los independentistas y también con la primera moción de censura que prospera en la España democrática, que ha permitido acabar con el gobierno del PP dando paso al actual gobierno socialista. Un Gobierno que en sus ya más de cien días de trabajo ha evidenciado que la justicia social, la regeneración democrática y la solución del conflicto catalán mediante el respeto a la ley y el diálogo son sus prioridades. Lamentablemente, constatamos que los propósitos de la Generalitat no van por el mismo camino y que entre sus prioridades no está el construir una sociedad más inclusiva y más justa. Estos diez años de crisis han dejado importantes secuelas en el panorama social catalán: casi un millón y medio de catalanes están en riesgo de pobreza, el 42,8% de los parados son pobres, con un riesgo de exclusión social del 59.3%, y un 23,7% de la población reconoce tener dificultades a la hora de pagar los gastos comunes. Durante estos años, Cataluña ha sido la autonomía que más recortes ha sufrido y ni tan siquiera ahora, cuando se perciben indicios de mejora macroeconómica, ha habido una rectificación. Esta misma semana, por ejemplo, hemos sabido que, según un informe de la Fundació Bofill y la Unesco, Cataluña invierte menos en educación que el resto de España y que Europa (Cataluña, un 3,9% del PIB; España, un 4,4% del PIB; Europa, un 5,1% del PIB).

Demasiado entretenido en agitar banderas y hacer proclamas simbólicas, el Govern de la Generalitat parece haber dimitido de su responsabilidad en materia económica y social. Los socialistas seguiremos insistiendo: los gobiernos sirven para gobernar; y gobernar quiere decir atender las necesidades cotidianas y reales de la sociedad. Obvio, sí, pero algunos parecen haberlo olvidado hace tiempo.