Raúl Moreno - Tribuna abierta
Un año transformando Cataluña
Que durante el primer año el Govern haya estado más preocupado por no romperse que por gobernar ejemplifica que su motor está gripado
Ha pasado un año desde que Aragonès accediera a la presidencia de la Generalitat después de negociar durante tres meses una mayoría independentista tan ajustada como breve y volatilizada por la abstención de los comunes a los presupuestos de 2022. Lo que sí se ha mantenido desde entonces es facilidad con la que los dos socios airean sus diferencias. Que los gobiernos de coalición generen ruido interno es inevitable. Que durante el primer año el Govern haya estado más preocupado por no romperse que por gobernar ejemplifica que su motor está gripado.
«Un año transformando Cataluña» es el pretencioso título del balance que Aragonès y su vicepresidente Puigneró -con el President hubiera sido suficiente- presentaron recientemente. Una «transformación» invisible para la ciudadanía catalana, que con dificultad identifica una política concreta que haya mejorado su situación durante este primer año, ni en los diez que llevan gobernando juntos.
Presupuestos aprobados con mayorías distintas a la de la investidura o diferencias públicas en temas no menores como el futuro del aeropuerto, Hard Rock, Juegos Olímpicos, Circuito de Cataluña o la utilidad de la mesa de diálogo, conviven con una atención sanitaria colapsada, con ser una comunidad en permanente lista de espera, con estar a la cola en energías renovables, ser líderes en pobreza severa (23%), o con un Govern incapaz, siquiera, de actualizar en un año el protocolo de violencia machista.
En un acto sobre desigualdades organizado el viernes por la Fundació Rafael Campalans, Lluís Rabell se hacía cruces al respecto del desgobierno y señalaba un elemento a tener en cuenta: en Cataluña hay una oposición dispuesta a llegar a acuerdos. Salvador Illa ha ofrecido cuarenta y tres, junto a un diálogo entre catalanes, algo perfectamente compatible con una oposición constructiva. Haría bien Aragonès en recoger el guante, tejer grandes acuerdos y procurar poner en marcha un motor gripado que frena a una Cataluña que necesita avanzar.