Ramón Espadaler - Tribuna Abierta
El político y el científico
«No se puede ser a la vez hombre de acción y hombre de estudio sin atentar contra la dignidad de una y otra profesión»
Como bien dice el proverbio, quien no se conforma es porque no quiere. En efecto, no todo es negativo en este confinamiento , aunque es evidente que nadie lo hubiese deseado nunca. Disponer de más tiempo para leer y releer es uno de los aspectos positivos, como lo es escuchar más música, vivir con más intensidad la vida familiar o, qué paradoja, sentirnos más cercanos a nuestros vecinos, compartiendo el aplauso vespertino de agradecimiento a los sanitarios y al resto de servidores públicos que humanizan este trauma.
Así las cosas, estos días he releído el clásico de Max Weber «El político y el científico», escrito hace cien años. La yuxtaposición que hace el autor entre la ética de la responsabilidad, que atribuye al político, y la ética de la convicción, que atribuye al científico, aportan un poco de luz sobre la compleja y delicada situación que vivimos .
Weber parte de la premisa de que las virtudes del político y las del científico son, en cierta forma, incompatibles . «No se puede ser a la vez hombre de acción y hombre de estudio sin atentar contra la dignidad de una y otra profesión», afirma Raymond Aron en el espectacular prólogo de la obra escrito en 1959. Para Weber, la ética de la convicción guía al científico hasta el extremo de prescindir de las consecuencias de sus actos o decisiones. Por el contrario, la ética de la responsabilidad obliga al político a medir las consecuencias de sus decisiones.
Traducido a la situación actual, de la ética de la convicción del científico se desprende el confinamiento absoluto hasta que tengamos la certeza de la inmunidad universal cuando dispongamos de la vacuna contra el Covid-19. Por el contrario, la ética de la responsabilidad obliga al político a analizar las consecuencias de una decisión como ésta para el conjunto de la sociedad, ponderando los aspectos sanitarios y los socioeconómicos a medio y largo plazo.
Por fortuna, Weber afirma que ambas éticas no son absolutamente opuestas, sino que tienen elementos de complementariedad . Más aún: afirma que concurren en lo que denomina «el hombre auténtico», aquel que, a su juicio, puede «tener vocación política».
Asimismo, Weber advierte tanto al político como al científico de que la ética «no es un carruaje que se pueda hacer parar, para tomarlo o dejarlo a capricho» y, sobre todo, que la ética absoluta impone a ambos decir la verdad . En este sentido, creo que conozco lo suficiente al ministro de Sanidad, Salvador Illa, como para intuir no sólo que ha leído Weber, sino también que es un hombre auténtico, a saber, dotado de vocación política.
Ramón Espadaler es secretario general de Units Per Avançar y diputado autonómico