El mundo ha cambiado

Tengo la sensación de que no somos plenamente conscientes de que el pasado 24 de febrero el mundo cambió de una forma tan profunda, como irreversible. Profunda, porque la invasión de Ucrania por parte de Putin altera aspectos relevantes de la geopolítica e irreversible, porque en muchos aspectos es un acto de no retorno.

Algunas de las consecuencias de la guerra son más que evidentes. Los más de dos millones de personas desplazadas constituyen la cara más dramática de una guerra que no esperábamos, a la que hay que sumar todo un rosario de derivadas, como el incremento espectacular del precio de la energía, la falta acuciante de suministros y/o de materias primas, derivadas que repercuten sobre la salida de la crisis generada por la pandemia. Europa sufre y sufrirá las consecuencias de algo que, en el fondo, ya sabíamos de antemano: la excesiva dependencia de terceros en aspectos tan importantes como la energía, la alimentación o las materias primas, entre otros aspectos nos deja en la intemperie.

Es una realidad que obligará a nuestra envejecida y dependiente Europa a replantearse aspectos como la defensa, hasta ahora garantizada fundamentalmente por Estados Unidos, algo que sin duda acelerará la erosión de aspectos nucleares de nuestro estado del bienestar.

No vienen tiempos fáciles, tampoco para los que, por fortuna, tenemos a nuestro alcance la posibilidad de acoger y ayudar a los millones de personas a las que una guerra -más imprevista que imprevisible- les ha arruinado la vida. Es el momento de pasar de la proclamación de los valores que han hecho grande a nuestra Europa a implementarlos y eso, nos guste o no, no es gratis.

Ramon Espadaler es secretario general de Units per Avançar y diputado del PSC