Ramon Espadaler - Tribuna abierta
La dificultad de guiar
«Ni la dificultad de guiar puede sustraer al gobernante de la crítica del que debe seguir, ni la facilidad de seguir puede convertirse en una coartada para la crítica fácil»
En el ensayo «De la desigualdad que existe entre nosotros», Michel de Montaigne hace una serie de afirmaciones que pueden sernos útiles en la actualidad. Entre todas ellas, me llama la atención la referida a la dificultad de mandar. Dice así: «No es ciertamente cosa de poca monta tener que gobernar a los demás cuando el arreglo de nuestra propia conducta nos ofrece tantas dificultades. En cuanto al mandar, que parece tan fácil y agradable (...), creo que es mucho más cómodo y más grato seguir que guiar».
El Covid-19 ha llevado a gobiernos de diferentes países, como el nuestro, a regular la conducta personal en un grado superlativo, nunca visto hasta ahora. Si confinar a las personas no ha sido una decisión fácil ni sencilla, estos días vemos como desconfinar parece todavía un proceso más dificultoso. La inexistencia de un manual o de certezas mínimas en las que apoyarse hace que los pasos del desconfinamiento sean dubitativos. En este sentido, me pareció particularmente acertada la reflexión que la cancillera Angela Merkel dirigió a los ciudadanos alemanes en el inicio de la pandemia. En un ejercicio de honestidad poco habitual en tan altas esferas, vino a decir que, en el largo camino de la gestión de la pandemia, se deberían tomar decisiones, algunas de las cuales, por la incertidumbre, deberían ser rectificadas y reorientadas. Consciente de esta realidad, hizo hincapié en la necesidad y bondad de explicar las razones de cada decisión y de cada corrección. Sin duda, un encomiable y envidiable ejercicio de transparencia, que constituye una verdadera fuente de legitimidad.
Regular la conducta de los demás hasta el extremo de decidir cuándo pueden salir a la calle y cuando no, en qué casos se puede ir a trabajar y en cuáles no, o qué actividades económicas deben esperar en aras de la recuperación sanitaria, constituye un ejercicio de riesgo, pero, sobre todo, de responsabilidad. Es aquí donde Montaigne, como tantas veces, afina al afirmar que es mucho más fácil seguir que guiar. Y añade otra consideración, en boca de Ciro, que, obviamente, debe contextualizarse en la época en la que fue escrita: «que no correspondía mandar a quien no valiera más que aquellos a los que manda».
Sin duda, el debate sobre la valía del gobernante y la del gobernado es sensible. Posiblemente hoy convendría afrontarlo añadiendo la variable democrática como fuente de legitimidad. Más allá de esta consideración, la necesidad y la exigencia del buen gobierno, subyacente en la reflexión de Montaigne, es de plena actualidad.
Ni la dificultad de guiar puede sustraer al gobernante de la crítica del que debe seguir, ni la facilidad de seguir puede convertirse en una coartada para la crítica fácil de quien tiene la responsabilidad de guiar. La clave la encontramos en Merkel: la transparencia. He aquí la diferencia entre servir y servirse.
Ramon Espadaler es secretario general de Units per Avançar y diputado en el Parlament