Rafael Arenas - Tribuna Abierta

Puigdemont y el final de la autonomía catalana

La presidencia de Puigdemont marcó el momento más duro de fractura, confrontación y vulneración de los derechos fundamentales en Cataluña desde la restauración de la democracia

Desde un cierto punto de vista, Puigdemont marcó el final de la autonomía catalana. Artur Mas había desobedecido al Tribunal Constitucional y desafiado al Estado, pero aún pretendía hacerlo sin romper formalmente con el marco institucional vigente. Puigdemont, en cambio, hizo patente desde su toma de posesión que ya no se consideraba una autoridad autonómica, sino investido de una legitimidad específicamente «catalana», en el sentido que los nacionalistas dan a este término.

Para él Cataluña, con él como Presidente, ya era el anticipo del Estado que debería crearse. Las declaraciones y actuaciones durante su mandato fueron claras. No puede decirse que hubiera disimulado su propósito o hubiera pretendido ser «astuto», al estilo de Mas; sino que su confrontación fue directa en cada ocasión que tuvo para ponerla de manifiesto. Su imagen posando con los requerimientos recibidos por parte del Tribunal Constitucional es reflejo de esa explícita voluntad de ruptura.

No es extraño, por tanto, que hubiera sido Puigdemont quien hubiera llevado hasta el final el desafío secesionista mediante la realización del referéndum del 1 de octubre y la declaración de independencia del día 10 de octubre. Quizás pretendía pasar a la historia como el forjador de la independencia de Cataluña; pero le faltó dar un último paso que quizás hubiera supuesto la efectiva secesión. Ahora ya no lo sabremos.

La presidencia de Puigdemont marcó el momento más duro de fractura, confrontación y vulneración de los derechos fundamentales en Cataluña desde la restauración de la democracia. Su desprecio a la ley y al Estado de Derecho, su voluntad de confrontación y la subordinación de los derechos individuales al propósito secesionista configuraron una etapa negra de nuestra historia que aún no hemos superado. En la actualidad, instalado fuera del alcance de la justicia española, constituye un factor de distorsión que dificulta en gran medida la recuperación de la normalidad democrática.

Rafael Arenas es profesor de Derecho Internacional Privado.

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