José García Domínguez - PUNTO DE FUGA
Puigdemont es Pippi Calzaslargas
Negarse firme, terca, obstinadamente a crecer. He ahí el supremo paradigma vital de aquella saltarina pelirroja que hoy inspira todas y cada una de las resoluciones oficiales que airea el Parlament de Cataluña
La generación de los que hoy mandan en Cataluña, los Puigdemont, Junqueras, Colau & Cia, alcanzó la mayoría de edad política mucho más influenciada por Pippi Calzaslargas, el genuino referente intelectual, moral y estético de la élite local contemporánea, icono mítico que sobrevive atrincherado en su memoria sentimental compartida, que por cualquier otro mentor ideológico. Nadie se engañe al respecto, fue su influjo irresistible, el de Pippi, quien fijó las bases del gran compromiso histórico entre la segunda generación del tardopujolismo, esos cuarentones con mando en plaza que acaban de jubilar a Mas, y la alegre y combativa muchachada de la CUP. Negarse firme, terca, obstinadamente a crecer. He ahí el supremo paradigma vital de aquella saltarina pelirroja que hoy inspira todas y cada una de las resoluciones oficiales que airea el Parlament de Cataluña.
La última, esa que acaba de proclamar a Cataluña, junto a Disneylandia y el País de Nunca Jamás, territorio exento de la necesidad de defenderse tal como lo hacen todos los territorios del mundo regidos por adultos, esto es, por medio de un ejército. Cataluña, pues, y a imagen y semejanza de cualquier guardería infantil que se precie, ha sido declarada por sus representantes electos zona sometida a la jurisdicción de Peter Pan. La República Catalana, huelga decirlo, procederá a integrarse como miembro de pleno derecho en la Alianza Atlántica, faltaría más. Y, por supuesto, gratis total, sin pagar ni un céntimo por disfrutar del paraguas protector de las fuerzas armadas más potentes del mundo. Eso sí, cuando se desate algún conflicto bélico, en lugar de soldados, cazabombarderos y lanzamisiles, Cataluña enviará a los frentes de combate al conseller Romeva con discos dedicados de Lluís Llach que se distribuirán entre los contendientes enfrentados. No como Dinamarca, otro país “petit”, si bien regido por señoras y señores mayores, que anualmente gasta unos cuatro mil millones de euros en su defensa militar. Y es que aquí somos como Rilke: nuestra única patria también es la infancia.