José García Domínguez - Punto de fuga
Psicoanálisis de Iceta
El caso del PSC daría para un congreso mundial de psicoanalistas argentinos
Miquel Iceta, ese joven renovador lleno de frescura e ilusión llamado a introducir el aire de la calle en los mohosos despachos de la “nomenklatura" del PSC, ansía, según confesión propia, arrimarse a los separatistas sin mayor dilación; arrimarse aún más, se entiende. A mí, lo del PSC y su crónico síndrome de Estocolmo siempre me recuerda la historia de aquel tipo que se lanzó desnudo sobre una plantación de cactus porque, tal como revelaría más tarde a los médicos del hospital donde le atendieron, en aquel momento le pareció una buena idea.
El caso del PSC daría para un congreso mundial de psicoanalistas argentinos. Y es que a Iceta y los suyos le pasa como al difunto Michael Jackson, aquel pobre chico negro que no quería ser negro. A ellos, lo que más les gustaría en esta vida sería encarnar algo muy distinto y distante del PSOE; cuanto más distinto y distante del PSOE, mejor.
Pero, para su desolada desdicha, son por entero indistinguibles del resto del PSOE. He ahí su drama. Para empezar, el 77% de sus electores, tres de cada cuatro, resultan ser hijos de padres nacidos fuera de Cataluña. Sépase que el PSC cuenta entre sus votantes con una mayoría, el 51% en concreto, de no catalanes de origen, circunstancia que no concurre en ningún otro partido catalán, en absolutamente ninguno. Huelga decir que la lengua familiar del 70% de los votantes del muy atormentado Iceta no es otra más que el castellano.
Y en cuanto a su media de edad, 59 años, resulta idéntica a la de cuantos apoyan ahora mismo al PSOE en cualquier rincón de España. Nadie se extrañe, en fin, de que un 64% de ellos, nada menos que un 64%, sean ya pensionistas a estas horas. Un calco exacto de lo que a nivel nacional se observa entre la clientela que aún se mantiene fiel a las siglas del PSOE. Que alguien le regale un cactus a Iceta. Lo está pidiendo a gritos.