Joan Carles Valero - Letras expectativas

Profetas del pasado

Hace un año que ya guillotinaron políticamente a Artur Mas. Y ahora quieren decapitar al menesteroso conseller Jordi Jané.

Frente al ingenuo optimismo ilustrado de los partidarios de Junts pel Si, siempre obsesionados con la estética y pulcritud de su movimiento secesionista, al que incluso bautizan como la primera revolución de las sonrisas; sus socios en el «procés» y bastón parlamentario del gobierno de la Generalitat provocaron ayer la inevitable efusión de la canallocracia de quienes se expresan con la guillotina. Que haya sido elegido en Barcelona un concejal que luce en sus nudillos la palabra ODIO tatuada es indicativo de hasta qué punto la política en nuestro país camina hacia atrás. Pero desempolvar la guillotina retrotrae al «procés» a tiempos y actitudes pretéritas.

El video que promocionó ayer la CUP en sus medios oficiales en el que guillotinan una fotografía del rey Felipe VI es sintomático de esa regresión. A fuerza de abuchear a la «casta política» o al supuesto Estado opresor, los anticapitalistas, que vienen a ser a la sociedad como las células cancerígenas al cuerpo humano, terroristas del sistema que las acoge; hace un año que ya guillotinaron políticamente a Artur Mas. Y ahora quieren decapitar al menesteroso conseller Jordi Jané. De entrada, la CUP ha conseguido con su extremismo abrir los ojos a quienes aún albergaban esperanzas de que son unos buenos compañeros de viaje hacia la «nueva» Cataluña.

Un escalofrío ha recorrido la espalda de muchos republicanos y antiguos convergentes al ver la guillotina y darse cuenta de que se plantean construir un país con los herederos de Robespierre. En la última clase que hace cuatro años ofreció el historiador Josep Fontana al cumplir los 80, habló sobre «la nueva etapa histórica» que ha comportado un debilitamiento del Estado del bienestar. Un cambio que se aceleró desde que los temores a una revuelta social (1968) o al comunismo (1989) se disolvieron con la caída del muro de Berlín. A juicio del viejo profesor, «los empresarios y políticos, por primera vez desde 1789, supieron que podían dormir tranquilos, que no necesitaban seguir pactando». Hasta que los concejales barceloneses Josep Garganté y Maria Rovira, armados con una guillotina de papel, han recordado a los burgueses catalanes que el reino del terror asoma en la próxima esquina.

Recordemos que Robespierre justificaba la pena de muerte porque estaba decidido a purificar Francia de cualquier opositor a la revolución. Y que sucumbió también guillotinado por la propia inestabilidad que él mismo había generado. Como le está ocurriendo al «procés». Yo siempre seré partidario de que las cabezas sigan dando vueltas antes de que rueden a manos de esos profetas del pasado.

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