Preparados para despedir a la mascarilla

En vísperas del fin de la obligatoriedad de la protección facial, el centro de la Ciudad Condal ya se ha llenado de caras descubiertas disfrutando y sufriendo el sol de junio

Una chica con la mascarilla bajada en Madrid EP

Ariadna Mañé

«¡Mañana se acaba, Josep, mañana se acaba!», saludaba hoy un hombre al llegar al bar, quitándose la mascarilla. Barcelona tiene ganas de volver a sentir el aire en la cara. No importa la edad, en las calles de la Ciudad Condal ya vuelven las mejillas a tomar el sol y las bocas a sonreír. Con todo, en el casco histórico seguía este viernes dominando la mascarilla, aunque era ya su último día de obligatoriedad en exteriores .

Paseando por la céntrica plaza Cataluña, Víctor no llevaba su mascarilla, a pesar de ser todavía obligatoria. «Ya era hora de que las quitaran», relataba. «Me parece una tontería llevar mascarilla en exteriores, sobretodo cuando hay muchos científicos dicen que es innecesaria », argumentaba. Como él, muchísimas persona esperan con ansia la llegada del sábado para poder ir sin el cubrebocas, pero esta vez «sin temer una multa», ríe Víctor.

Sentada en un escalón, fumando, Elena también celebra el fin de la norma: «N os da un poco la sensación de libertad que nos han quitado ». Reconoce que, con distancia, ella no ha usado la mascarilla en ningún momento, especialmente por una cuestión de comodidad. Además, apunta que tal como están los números y el avance de las vacunas le parece «inútil» seguir llevándola por la calle.

A su alrededor, parece que vuelve poco a poco el enjambre de turistas que se esperaba a Barcelona . Con ellos, las acumulaciones de gente frente a la Catedral, sobre el mosaico de Joan Miró en La Rambla o escuchando a un guía contarles la historia del palacio de la Generalitat en plaza San Jaime. Muchos también renegan ya hoy de la mascarilla, anclada al brazo, a la barbilla o fuera de la vista.

El vigilante de la entrada de la catedral, armado con un bote de gel hidroalcohólico, señalaba cada dos minutos a algún visitante para que se colocara hoy su mascarilla. Delante del sacro edificio, caen todas en presencia de una cámara o un móbil . Son pocos los que están dispuestos a permitir que las mascarillas dejen huella en su 'feed' de Instagram o en la galería de fotos del viaje.

Después de haber formado parte del día a día de medio mundo durante el último año y medio , la ciudad, sus habitantes y sus visitantes están más que preparados para que la mascarilla sea solo un recuerdo. Aun así, los hay que seguirán usándola porque la creen necesaria y quieren estar más protegidos , como es el caso de Mª Ángeles, que a pesar de salir del mercado de la Boquería sudando no se baja en ningún momento su KN95 blanca. «Aún estamos en plena pandemia», afirma. «Yo creo que debería seguir siendo obligatoria».

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