Dos policías se acusan uno a otro del crimen de la Guardia Urbana
Las defensas apuestan por jugar al ataque en el juicio que ayer empezó en Barcelona
Rosa Peral y Albert López se sentaron lo más lejos que pudieron el uno del otro en el banquillo, y a través de sus abogados, los dos guardias urbanos barceloneses se acusaron mutuamente de haber asesinado al novio de ella, también agente municipal y tercer vértice de ese triángulo amoroso. El fiscal y la acusación particular no comulgan con ninguna de sus versiones exculpatorias: creen que los dos agentes actuaron concertadamente para la madrugada del 2 de mayo de 2017 acabar con la vida de Pedro Rodríguez, meter su cuerpo en el maletero de su propio coche y prenderle fuego. Los más de dos años de investigación no pudieron desentrañar, sin embargo, ni cómo ni a qué hora exacta de aquella noche mataron al agente en su propia casa.
El juicio del conocido como crimen de la Guardia Urbana comenzó ayer en la Audiencia de Barcelona con una primera jornada dedicada a resolver cuestiones previas y a que las acusaciones y las defensas ofrecieran al jurado sus versiones de los hechos. Rosa y Albert, cada uno en un lado del banco, evitaron que sus miradas se cruzasen en ningún momento. Él, con los dedos entrecruzados sobre sus piernas, solo mutó la pose en contadas ocasiones para defenderse negando con la cabeza de las acusaciones que escuchaba a sus espaldas. Ella, agarrando con firmeza una botella de agua, tan solo abandonó su hieratismo para comunicarse con notas manuscritas con su abogada y para llevarse el pañuelo a los ojos cuando su letrada defendía su inocencia. Eran simples lágrimas de cocodrilo, según el abogado de la acusación, Juan Carlos Zayas, que así se lo hizo ver al tribunal del jurado: «¡Vienen preparados hasta para cuando tienen que llorar un poco!».
«Ni santa ni asesina»
El tribunal tendrá un mes y medio de juicio para a través de los interrogatorios, testificales, periciales y pruebas documentales escudriñar las tres versiones que ayer se le ofrecieron. Olga Ardediu , abogada de Rosa, aseguró que fue Albert quien mató y calcinó a la víctima, celoso ante la relación estable que la agente y Pedro tenían. «Rosa no es una santa, pero les puedo asegurar que no es una asesina», sugirió la letrada al tribunal. Albert acudió al chalé de Cubelles (Barcelona) donde Rosa y Pedro vivían para deshacerse de éste. Y su defendida, siempre según esta versión, no participó en el crimen. Si no delató a Albert fue por «miedo insuperable» a supuestas amenazas de este a sus hijos. Jose Luis Bravo , abogado de Albert, defendió justo lo contrario. Rechazó que Albert estuviera celoso de Pedro y apuntó a Rosa como ideóloga y autora. «Esto no es un drama mexicano; es un crimen de violencia doméstica» en el que la asesina es una mujer. Albert se habría limitado a actuar como un «autónoma» para ayudarle a deshacerse del cadáver, pero Rosa era la que «dirigía el cotarro».
Dos versiones opuestas exculpatorias con las que los acusados tratan de evitar los 24 años de cárcel a los que se enfrentan como coautores de un asesinato con alevosía. Pero el fiscal, pese a no quedar claro como murió Pedro, no tiene duda de que Rosa y Albert actuaron « de común acuerdo ». Estaban atrapados, según él, en un laberinto «de mentiras, manipulaciones y toxicidad»; cada uno con sus razones pensaba en Pedro como un estorbo. Como dijo el fiscal al jurado, «desgraciadamente, el mal gratuito existe». También en la Guardia Urbana.