Miquel Porta Perales - EL OASIS CATALÁN
Pokémon.cat
El negocio funciona, porque la Compañía ha seducido a una clientela crédula o frustrada que, inasequible al desaliento, va a la captura de una imagen virtual
El Pokémon Go desata la locura de los consumidores compulsivos de juegos vía móvil o tableta. En Cataluña, los pokemitas aparecen en calles, parques, túneles, edificios, residencias, empresas, restaurantes, gimnasios y un largo etcétera. Todos, obsesivamente, como si no tuvieran otro quehacer en la vida, buscan el muñeco virtual. Ante tamaño espectáculo, la mente, siempre dispuesta a coquetear con la analogía y la metáfora, se lanza a especular: «ahora quieren jugar, distraerse con algo nuevo, buscan el pokemón del `proceso´». Es lo primero que te viene a la cabeza. Está de moda.
Al día siguiente, leo que la Assemblea Nacional Catalana –para entendernos, la fiel infantería «procesista»– había votado a favor de la celebración de un referéndum sobre el futuro de Cataluña. Y la mente, tal vez excitada por los calores del verano, se desboca: «además del pokémon `proceso´, `desconexión´, `mandato democrático” y `proceso constituyente´ ahí tienes el pokémon `referéndum´». Pongo freno. Reflexiono. ¿Y si fuera verdad? En eso estoy cuando recibo la noticia que Junts pel Sí y la CUP aprueban un documento que habla del Mecanismo Unilateral de Ejercicio Democrático (!?). La máquina de pensar se pone de nuevo en marcha: «incrédulo, ahí tienes otro pokémon». Y, sin solución de continuidad, sin miedo a equivocarse, advierte: «el Pokémon.cat existe, porque se ha diseñado el algoritmo que lo genera cuando y donde conviene para satisfacer la fantasía y los intereses de poder de la Compañía Cataluña Independentista, S.L. El negocio funciona, porque la Compañía ha seducido a una clientela crédula o frustrada que, inasequible al desaliento, va a la captura de una imagen virtual».
Conclusión. El nacionalismo catalán tiene dos problemas encadenados: 1) haber metido a la parroquia en un túnel virtual sin salida y 2) haber fabricado una cohorte «procesista» que reclama el paraíso prometido, otra virtualidad. ¿Quién despertará de semejante sueño al pokemista nacional catalán? ¿Qué acabará con el juego?