Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día
Pero, ¿somos o no somos ya republicanos catalanes?
Y he tenido la impresión, al verlos, de que el espabilao de los tres era Romeva, igual porque tiene ese aire Varufakis, el que lo sabía todo
Ya le estaba cogiendo uno el gusto a eso de vivir en la república catalana cuando ayer la mesa del Parlament nos dijo que no, que ya no, que dejábamos de ser la república catalana declarada por Carme Forcadell, aunque sólo un rato, no sé, hasta que la declare de nuevo. Quizá fueron las prisas de esta señora, que se vio con la gorra de plato y los galones y ensayó su versión del «todo el mundo al suelo. Los entendidos, los politólogos y la gente sensata le llama a esta mascarada del Parlament un golpe de Estado, pero yo, que vi la chaquetita plateada de Forcadell, que veo la cara de cuitadiña de esa señora llamada Neus Munté, el sudor perpetuo y la liviana sonrisilla de Artur Mas (que ya empieza a no serle útil ni a Pujol, menudo lastre) y las luces que desprende como un casino de Las Vegas Frances Homs, el único golpe que veo es a la inteligencia de los ciudadanos.
No llega ni al burlón Berlanga todo este asunto, se queda en el chiste que publicaba ayer Puebla en ABC, con el trío Mas, Junqueras y Baños con traje de payaso (mala comparación, pobres y queridos payasos) y dando su atraco para tontos armados de tirachinas y pistolitas de agua. Y esta fotografía es la titular, porque aún puede uno entrar en la república catalana a través de la fotografía de los reservas, otro trío, el Trío de las Tres Erres que forman Rull, Romeva y Rovira… escuchar la explicación de Romeva de lo del nuevo Estado catalán es como cuando se golpea a un coco a ver si tiene el agua dentro.
Y he tenido la impresión, al verlos, de que el espabilao de los tres era Romeva, igual porque tiene ese aire Varufakis, el que lo sabía todo. Tal vez no sea el momento de decirlo, ahora que los Pujol han dejado de ser una familia para convertirse en un clan, pero hay más inteligencia en Jordi Pujol cuando se queda traspuesto en la sobremesa, que en todos estos pobres golpistas de pacotilla que, mientras proclaman con esa gravedad del asno la gran república catalana, probablemente se tientan el bolsillo a ver si llevan el pasaporte español. Sé que es difícil, pero habrá que tomarlos en serio.