Joan Carles Valero - LETRAS EXPECTATIVAS
Patria protectora
Somos hijos de nuestro tiempo y algunos creen que la historia comienza con ellos
Somos hijos de nuestro tiempo y algunos creen que la historia comienza con ellos. Por ejemplo, quienes se quejan de no haber votado la Constitución española, como si algún estadounidense vivo hubiera votado la suya, que data de 1787. Somos una célula del cuerpo social, un átomo de la Humanidad, un quark de la galaxia, un protón del Universo... Somos una suma infinita de pequeñas historias conectadas, anteriores y actuales que estamos condenados a repetir por desconocimiento de la Historia.
La publicación de «La historia de Foment del Treball (1771-2011)», de Manuel Milián y Francesc Cabana, coloca a la iniciativa empresarial en el lugar que le corresponde en la historia transformadora de nuestro país. Como dice Joaquim Gay de Montellà en el último número de la revista F de Foment, la creación de la patronal catalana supuso un hito que, sin duda, ha contribuido a definir y configurar nuestro mundo actual. Decisiva ha sido su contribución a la vertebración de la prosperidad en nuestro país, porque durante 245 años ha catalizado el espíritu emprendedor de la economía productiva y la sociedad del conocimiento que hoy toma forma de start-ups.
La historia de Foment del Treball es la larga crónica de una vitalidad que nace de la iniciativa privada, se modula según la evolución de los conceptos de empresa e industria, afronta conflictos sociales, cambios políticos y articula los intereses de la sociedad catalana en todas sus dimensiones. Desde la burguesía innovadora pero proteccionista, la trayectoria de Foment, una vez alcanzada la integración europea y en plena globalización, afronta un año 2017 lleno de incertidumbres en el que los catalanes volverán a las urnas, igual que los holandeses, franceses y alemanes. Unas elecciones de imprevisibles resultados, a tenor de la ola de nacionalismo que recorre el mundo y que ha hecho posible que Donald Trump sea elegido presidente de EEUU o que los británicos hayan dado un portazo a Europa.
El resurgimiento del nacionalismo frente a la globalización se basa en una visión radical del interés nacional, de causa justa, para recuperar, por ejemplo, la industria, como ha hecho Trump al anunciar impuestos a las automovilísticas que deslocalicen producción. Unas medidas que emulará Marine Le Pen con Peugeot, Renault y Citroën si gana en Francia. Porque lo nacional frente a la globalización ya no entiende de derechas e izquierdas y solo aspira a recuperar un axioma que antaño proyectó Cataluña al resto de España y que partió del concepto de que el proteccionismo es la patria.