José García Domínguez - Punto de fuga
El parto regeneracionista de los montes
No habrá una tercera fuerza política nacional con el suficiente peso en las urnas como para hacer viable la estabilidad del sistema
El salto mortal sin red de duopolio al oligopolio, comienza a ser evidente, ha abocado a España al colapso institucional crónico. Así, la consecuencia primera de eso que llaman nueva política nos remite a la definitiva imposibilidad de que aquí pueda gobernar nadie con la más mínima esperanza de completar legislatura alguna. Y es que, igual que ocurre en la naturaleza, la política también alumbra criaturas que nacen inviables. Ahora tan denostado, con el difunto bipartidismo imperfecto, mal que bien, fuimos tirando durante casi medio siglo. Pero lo que ha venido a sustituirlo tras el parto regeneracionista de los montes, simplemente, no se sostiene en pie. La tan celebrada fantasía ecuménica de creer que las viejas bisagras nacionalistas, lease CDC y PNV, podrían ser orilladas en beneficio de un novísimo gozne que no respondiera a mezquinos afanes centrífugos se ha revelado eso mismo: una fantasía.
No habrá una tercera fuerza política nacional con el suficiente peso en las urnas como para hacer viable la estabilidad del sistema. Ciudadanos, pese a las expectativas, se antoja demasiado débil a los efectos de asumir tal papel estabilizador. Y Podemos, pese a los deseos, se muestra demasiado fuerte como para ser obviada su sombra por la verdadera socialdemocracia. Consecuencia primera y última de tal estado de cosas, ni PP ni PSOE pueden ya turnarse en la dirección del país. Pocos parecen haberse dado cuenta todavía, pero hemos recuperado el lugar de aquella desquiciada Italia ingobernable de cuando la democracia cristiana hacía encajes de bolillos para que los gabinetes durasen tres o cuatro meses a lo sumo. La Italia imposible que solo logro emerger de la parálisis permanente merced una muy perentoria reforma de la ley electoral, esa que acabaría imponiendo Renzi. La que garantiza la rápida formación de un Ejecutivo estable al fijar un premio –el 55% de los escaños– a la candidatura que supere el 40% de los votos populares a escala nacional. Era, es, la única salida.