Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día
Pan, circo y debates electorales
Como es natural, uno no tiene ni la menor idea de quién ganó algo en el último debate
No es fácil ponerse ante el televisor y que no haya un debate, o incluso un debate sobre el debate. Y si tiene uno que escribir un artículo, lo ha de hacer forzosamente justo antes de que se celebre un debate, lo cual significa que vivimos días en los que la comprensión y análisis de la situación política es inalcanzable, y cuando intuyes quién ganó el último debate resulta que ya están haciendo otro. Como es natural, uno no tiene ni la menor idea de quién ganó algo en el último debate, que hasta hace unas horas era el de los Dalton -colocados como si subieran una escalera mecánica, el primero Sánchez y la última Soraya-, pero, qué más da, si anoche hubo otro de los candidatos catalanes a las elecciones generales, en el que ya se apreciaba mejor la filosofía de mercadillo, con casi una decena de puestos en los que se iban cantando las excelencias del pescado.
Es tal la abrumadora impostura de algunos de los pretendientes a un sillón en el Congreso de los Diputados, que quieren mojar pan en la república catalana y ser congresistas en la monarquía española, que casi añora uno ya esas turras tremendas del inevitable proceso y de las inminentes ventajas de la nueva Cataluña. No sé, con Francesc Homs en Madrid, esa hipotética gracia del proceso va a perder mucha sustancia, y ese punto casi entrañable del «vamos a cobrar más, vamos a ser más felices, vamos a tener mejor salud, y hasta los pensionistas serán más jóvenes». Por bien de la gracia del proceso, habría que impedir que este hombre se vaya a Madrid. Y en manos de sus votantes está.
Del señor Rufián solo se sabía (hasta anoche, al menos) que está cobrando el paro, y que tiene una estimable y digna carrera laboral a sus espaldas, y parece bien enfocado para estar a la altura de la exigente vida política madrileña, aunque quizá no a tanta altura como el carrerón de Duran i Lleida. Nada pierde el proceso, en cambio, si los señores Rufián y Duran i Lleida se van a Madrid a trabajar por la política catalana, con lo que serían una buena opción de voto para los entusiastas del proceso y los votantes de Homs. Votar Duran, o Girauta o Fernández es voto útil para el proceso. Votar a Homs es cargárselo. Hasta Artur Mas empieza a dudar de su voto.