Sergi Doria - Spectator in Barcino

El país del «doblepensar»

Mientras «1984» reverdece sus laureles, la Cataluña «procesista» se erige como el país del «doblepensar»

Un lector ojea un ejemplar de «1984», de George Orwell AFP

El pasado mayo evocamos en esta sección el ochenta aniversario de los Hechos de Mayo de 1937 que motivaron el “Homenaje a Cataluña” de un George Orwell que columbraba desde las cornisas del Poliorama las orejas del lobo estalinista. En artículos posteriores -sobre las últimas sesiones del Parlament de Catalunya previas al 6 de octubre del 34, o de cómo el término Estado español se impuso en la Transición al de España- subrayábamos el apogeo de lo que el autor de “1984” definió como “doblepensar”: una modalidad de la “neolengua” que sustenta el control social.

Mientras “1984” reverdece sus laureles entre los libros más leídos de la Norteamérica de Trump y cuando el concepto de “posverdad” se hace ubicuo en los medios informativos, la Cataluña “procesista” se erige como el país del “doblepensar”. Como escribió Orwell, el intelectual del Partido Ingsoc -abreviatura de “socialismo inglés”- debe ser capaz de alterar la realidad sin tener la mala conciencia de “que la realidad no queda violada”. El “doblepensar” -añade- “está arraigado en el corazón mismo de Ingsoc, ya que el acto esencial del Partido es el empleo del engaño consciente, conservando a la vez la firmeza del propósito que caracteriza a la auténtica honradez...”

El alcalde socialista Miguel Lupiáñez, nos brindó en sus respuestas a Carlos Alsina en Onda Cero un ejemplo de “doblepensar” que debería analizarse en los colegios para alertar a los educandos sobre los efectos perversos de la manipulación política. El primer edil de Blanes dice obedecer a su partido, que prohíbe a los ayuntamientos colaborar en un referendum ilegal, y al mismo tiempo afirma lo siguiente: “Como alcalde te impiden hacer un acto electoral. Como partido, lo condiciona a que sea legal y acordado. Luego vas a la razón democrática del ser humano y dices: ¿Qué daño se hace en depositar un voto en una urna? Ninguno”.

Al “doblepensar” deudor de la “neolengua” independentista se añade una peligrosa deriva hacia el “doblepensar” xenófobo. Nacido en un pueblo de Granada, Lupiáñez nos regala un “Catalonia is different” escorado en el supremacismo. Según esta interpretación, estamos en el país de la responsabilidad, el esfuerzo, el compromiso. Un singular paraje donde se vive “de otra manera”. Después de una afirmación tan chocante en tiempos de la globalización, el alcalde -socialista, o sea universalista e igualitario- ilustra ese vivir de otra manera comparando Dinamarca -una Cataluña independiente sería la Dinamarca del sur, Artur Mas dixit- con el Magreb que remitiría al resto de España.

Mientras Lupiáñez ejercita el “doblepensar”, cuyo exceso conduce a lo que conocemos en expresión castiza como empanada mental, un documento de la ANC amplía y diversifica el glosario “neolingüistico” del llamado Procés: a los “unionistas” se les debería llamar “dependentistas” o “inmovilistas” (no sabemos qué es peor). Mejor decir “emanciparse” que “romper”; la desobediencia ha de ser siempre “pacífica” o “no violenta”. Los independentistas encarnan la democracia, la convivencia, la tolerancia, la liberación (connotaciones positivas) Y nunca la deriva, la ruptura, el enfrentamiento, el desafío, la sedición (connotaciones negativas). “Doblepensar” en estado puro que subraya que el tiempo verbal futuro e imperativo debe priorizarse sobre el condicional que invita a la duda: “Seremos libres”, sí. “Si fuéramos libres”, no. Firmeza en el propósito… aunque este no tenga nada que ver con la realidad”.

Y más ejemplos: cuando la consejera-portavoz Neus Munté declaró desierto el concurso de la adquisición de urnas adujo, textualmente: “Estas empresas no han podido acreditar los requisitos formales y técnicos que se les requerían…” Siguiendo los códigos del “doblepensar”, ¿son las empresas o es el gobierno el que no cumple los requisitos de la legalidad?

Con estas nuevas aportaciones –y volviendo al “1984” orwelliano- cada vez que se usa la palabra se admite tácitamente que se están haciendo trampas a la realidad. En mayo del 37 el estalinismo propagaba que Andreu Nin era un agente de Franco: “¿Dónde está Nin?” preguntaban los del POUM. “En Salamanca o en Berlín”, contestaban los del PSUC. Lo dicho. Ochenta años depués, “con la mentira siempre unos pasos delante de la verdad”, el “doblepensar” progresa adecuadamente en la América trumpista, la Inglaterra del Brexit y, cómo no, esa avanzadilla del progreso que es la Cataluña del todavía alcalde Lupiáñez.

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