Sergi Doria - SPECATOR IN BARCINO

El otro sitio de Gerona

El actual sitio independentista la condena a la intolerancia

La alcaldesa de Gerona, Marta Madrenas INÉS BAUCELLS

El 25 de septiembre de 2012, una comitiva de periodistas fuimos a Gerona para cubrir la presentación de “Las leyes de la frontera”, novela de Javier Cercas (Ibahernando, 1962), De raíces extremeñas, el escritor contaba que al llegar con su familia con solo cuatro años Gerona era muy diferente. Cuando anduvo con otros chavales y el utilero del equipo de balonmano más allá del Pont de la Barca descubrió la frontera de la ciudad, al otro lado del río: chabolas y barracones donde se hacinaban miles de inmigrantes.

Este cronista recuerda también aquella Gerona de finales de los sesenta. En los veranos familiares en el cercano pueblo de Anglés dedicábamos algún día a visitar la “Inmortal Gerona” de los manuales escolares. El achacoso autobús de línea nos dejaba en una destartalada estación. Las casas del río Onyar parecían a punto de caerse entre costrones de humedad. No apetecía nada aventurarse por aquellas callejas de un Barrio Viejo renegrido. La catedral coronaba la estampa de ciudad levítica.

Por aquella Gerona deambulaba el protagonista de “Las leyes de la frontera”: El Gafitas, un joven de clase media, se junta con El Zarco -quinqui de la época estilo Vaquilla- y se enamora de su chica, la Tere. “Charnego privilegiado”, el autor de “Soldados de Salamina” subrayaba que Cataluña “se hizo con la inmigración”. En “Las leyes de la frontera”, Cercas revivía literariamente el Barrio Chino, donde hoy abren sus puertas restaurantes y tiendas vintage. La Gerona del AVE atrae turistas y sirve de escenario de rodajes como “Juego de tronos”.

Justo es reconocerlo: la ejecutoria de Joaquim Nadal cambió la cara antipática de aquella ciudad que Cercas evocaba en su novela y que yo conocí en mis veranos de infancia. Las negras piedras, embellecidas por una admirable reforma urbanística. Gerona comenzó a renacer en 1979, con el primer consistorio democrático, un año después de la Constitución de 1978. En la presentación de su libro, Cercas valoraba la Transición. Pese a todas sus imperfecciones, decía, “es lo mejor que ha pasado en España, después de siglos de matarnos”.

Presidía la rueda de prensa el entonces alcalde Carles Puigdemont. Aquel septiembre de 2012, la Cataluña secesionista comenzaba su funesto y ridículo viaje a Ítaca entre arengas de un Mas reconvertido en Moisés. De eso hablaba Cercas: “Yo no soy independentista. Las aventuras me apasionan en cómics y películas, pero no en política: prefiero los países aburridos, no estropear lo que nos dejaron nuestros padres. Cuando el presidente Mas afirma que nos metemos en territorios desconocidos me estremezco. Un político no puede meterse en territorios desconocidos: si se estrella vamos todos detrás” Una periodista local dio a entender que declaraciones como esa no serían muy bien recibidas. “En peores plazas hemos toreado”, ironizó Cercas. Sentado en las primeras filas, me permití apostillar: “Javier… también han prohibido los toros”. No hace falta describir la mirada de Puigdemont.

Desde que Convergencia se hizo con el ayuntamiento en 2011, tomando el relevo de las alcaldías socialistas de Joaquim Nadal (1979-2002) y Ana Pagans (2002-2011), los consistorios nacionalistas se limitaron a gestionar el magnífico patrimonio urbanístico que legaron sus predecesores… y se volcaron en cuerpo y alma a la agitación política.

Desde que la CUP envió a Mas a la papelera de la Historia y decidió que Puigdemont debía relevarlo en la estrategia del enfrentamiento con el Estado, Gerona ha devenido en feudo de intolerancia y hostilidad antimonárquica. Después del episodio ridículo de un tal Ballesta que a los pocos días de ser alcalde lo dejó porque no cobraba “prou”, Marta Madrenas radicalizó día a día el discurso municipal como si quisiera superar -si cabe- el fanatismo del caudillo de Waterloo.

Apoyada en los 18 concejales que suman PDECat, ERC y la CUP, frente a los 7 de PSC, Cs y el PP, la alcaldesa se jacta de cambiar el nombre de la Plaza de la Constitución por el de plaza del 1 de octubre. El referéndum ilegal, fruto del golpe del 6 y 7 de septiembre en el Parlament, “representado” como “acto de dignidad, de protesta y de manifestación de la voluntad democrática que impregna a los gerundenses”. A juicio -o prejuicio- de Madrenas, “Constitución no es igual a democracia” porque “la democracia es la voluntad del pueblo y de la gente”. Pueblo, gente… A ver si la próxima placa a relevar será la de la calle Ciutadans.

En la plaza de la Independencia -por la guerra contra el francés- un monumento -ahora hollado con una estelada- recuerda a los héroes de Gerona en el sitio de 1809: 5.600 defensores comandados por lvarez de Castro resistieron del 6 de mayo al 12 de diciembre de 1809 a los 18.000 soldados de la Grande Armée. Las 60.000 bombas napoleónicas convirtieron a Gerona en “inmortal”. El actual sitio independentista la condena a la intolerancia.

El otro sitio de Gerona

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