Teresa Giménez Barbat - Agenda europea
El «no» de Colombia
Desde mi punto de vista, el gobierno español ha cometido una temeridad poniéndose en el lado soleado de la call
El 28 de septiembre, cuatro días antes del referéndum en Colombia, llevada por el irresistible optimismo ambiental, grabé en el Parlamento Europeo en Bruselas un vídeo congratulándome del próximo acontecimiento y deseando que significase por fin el término de tan sangriento conflicto.
Aunque no escatimé referencias al narcotráfico y a los crímenes cometidos por los narcoterroristas no me sentía cómoda en absoluto uniéndome a la corriente principal. Cuando volví a mi despacho, el encanto había desaparecido y decidí que no lo colgaría en las redes sociales. Tres días más tarde, la población colombiana decidió por una ajustada pero inequívoca mayoría que rechazaba el acuerdo. Desde mi punto de vista, el gobierno español ha cometido una temeridad poniéndose en el lado soleado de la calle. Es tentador situarse en lo más políticamente correcto pero muchos años sufriendo nuestras propias desgracias nos hubieran tenido que vacunar contra las soluciones espectaculares y mágicas, por más que las acompañen la ONU, la UE o esos observadores internacionales que encuentran aceptable lo que en sus propios países considerarían inadmisible.
Muchos colombianos no quieren la paz a cualquier precio sino justicia sin tanta impunidad. A la semana siguiente asistí a un debate en el Parlamento donde varios diputados llegaban a referirse a los electores del no en términos despectivos e insultantes. El artículo de Arcadi Espada titulado “Colombianitos” ponía el dedo en la llaga al decir que muchos de éstos “piden que los asesinos y las familias de las víctimas colombianas se abracen en carne viva, pero ellos no son capaces de tolerar que en una misma avenida convivan los recuerdos de los muertos distintos españoles”.