Miquel Porta Perales - El oasis catalán

La nada

El «proceso» genera su argumentario. Esa suerte de ordenanza pública por decreto. Ese discurso que define la verdad revelada por la autoridad competente

El «proceso» genera su argumentario. Esa suerte de ordenanza pública por decreto. Ese discurso que define la verdad revelada por la autoridad competente. La fe. Lo que hay que «comunicar» al ciudadano y al mundo. Lo que hay que responder -respuestas para todos- a agnósticos, heterodoxos o infieles. Manuel Cruz -catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona-, aparece este Sant Jordi con un libro que refuta los lugares comunes del independentismo.

En Travesía de la nada, el autor -filósofo de guardia siempre atento a las falacias, sofismas, embustes, enredos y desatinos que nos amenazan-, da que pensar, interroga y busca las vueltas a las cosas -a fin de cuentas, en eso consiste el filosofar- con el objeto -en este caso- de discurrir sobre el argumentario del dichoso «proceso». Discurrir y desvelar. Un ejemplo: con el soi-dissant «derecho a decir» no se persigue conocer la opinión del ciudadano, sino impulsar sin matices la independencia.

Esto es, la cosa está decidida de antemano. Y ahí está el argumento (?) tramposo de quien, frente a la crítica, responde con un «¿usted qué haría?» que se refuerza (?) con un «por lo menos que no se diga que no lo hemos intentado». ¿Información? De hecho, exhibición en los medios e inmersión «permanente e inmisericorde» en la propaganda. ¿Qué argumentos ante la más que probable salida de la Unión Europea de una hipotética Cataluña independiente? Pues, otro alarde argumental que esconde el temor a debatir: «estoy convencido/a de que no será así». Y así sucesivamente. ¿Las contradicciones inconsistencias e insuficiencias del discurso nacionalista? Manuel Cruz: un «efecto perverso de considerar la ilusión, o las emociones en general, como criterio último e incontrovertible por encima de cualquier consideración racional o incluso por encima de los hechos». Eso y el «temor a la claridad». Después de leer Travesía de la nada, el lector llega a la conclusión de que -como dijo hace década el filósofo-, «la nada nadea».

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