Antoni Fernández Teixidó - Tribuna Abierta

Una mutación

Todo intento de demonizar al catalanismo que aspira a una autonomía plena para Catalunya formando parte del estado español evidencia una siniestra ceguera

El catalanismo, como movimiento político, se encuentra en el centro de muchos debates con posiciones encontradas. En Catalunya, algunos sostienen que el grueso del electorado, antaño catalanista, ha mutado en independentista, como si de una variación genética se tratara. Según ellos, tal mutación sería irreversible e implicaría la agonía y muerte del catalanismo. En España, otros le critican como el principal responsable de la suicida deriva nacionalista y soberanista de buena parte del pueblo catalán. Algunos analistas, políticos y comentaristas van más lejos aún. Defienden, están en su pleno derecho, que el catalanismo es el huevo de la serpiente del independentismo catalán. Estas afirmaciones son graves y las escuchamos con obstinada reiteración.

Pienso en cambio, que el catalanismo, en sus variantes cultural, lingüística y tradicional, vive un buen momento en Catalunya. Si prestamos atención a la cantidad ingente de iniciativas políticas, literarias y periodísticas que aparecen, un día sí y otro también, comprobaremos que en un espacio opuesto, cultural y políticamente, del secesionismo, florecen cien, mil, variantes que atestiguan que el pretendido muerto goza de muy buena salud. Todos, españoles y catalanes, deberíamos celebrar esa situación, pues creo que el actual estado de cosas en relación al Procés puede cambiar en Catalunya, y esto sucederá más pronto que tarde, si nos aplicamos con diligencia.

Tengo la convicción de que el catalanismo que, en ningún caso renuncia a España, será el principal artífice. Buena parte de la expresión histórica de la política catalana ha girado y gira en torno a una corriente política centrada, moderada, liberal y social-demócrata, que cree firmemente en la prosperidad, la libertad y el entendimiento entre Catalunya y el resto de España. Esto no solo ha sido posible en estos últimos cuarenta años, sino que lo es hoy, y lo será mañana.

Todo intento de demonizar al catalanismo que aspira a una autonomía plena para Catalunya formando parte del estado español evidencia una siniestra ceguera. Es una lástima que análisis apresurados, impresiones fugaces y posiciones apriorísticas compliquen todavía más la cruda correlación de fuerzas en el tablero catalán. Diría el clásico, matizado, que quizás no es un crimen, sino algo peor, un inmenso error político. Son cientos de miles los amigos españoles que entienden lo que escribo; se trata ahora de que un número más elevado comprenda, acepte y apoye la siguiente afirmación: no hay contradicción alguna en defender Catalunya, España y el marco institucional que nos hemos dotado democráticamente, pero podremos hacerlo contando con un instrumento de moderación y concordia que ayude a superar la grave situación que todos padecemos.

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