José García Domínguez - PUNTO DE FUGA
El móvil de Soraya
Tenía razón Ortega, con los micronacionalismos únicamente cabe la conllevancia
Parece ser que a la vicepresidenta del Gobierno le han puesto un despacho en Barcelona para cuando tenga que recargar el móvil. Asunto, el de ese despacho volante y telefónico de doña Soraya, que no cabe más que celebrar. El nacionalismo, qué se le va a hacer, es enfermedad crónica que admite alguno cuidado paliativo, pero que aún carece de cura conocida. Empeñarse en no querer admitir esa evidencia aboca a una fantasía recurrente, la quimera de que sería posible viajar en el tiempo hasta el siglo XIX y extirpar el germen separatista que por aquel entonces se incrustó en la cultura cívica catalana. Pero, por mucho que algunos se empeñen, la Historia no tiene vuelta atrás. El hueco de la labor nacionalizadora que aquellos ilustres miopes de la Restauración no supieron emprender en su día es nuestra penitencia.
Tenía razón Ortega, con los micronacionalismos únicamente cabe la conllevancia. Pensar, por el contrario, que todo se arreglaría soltando dinero es no conocer ni a los nacionalistas ni al nacionalismo. Porque la almendra del nacionalismo nada tiene que ver con la economía. Quebec era separatista siendo el rincón más pobre de Canadá. Y sigue siendo separatista ahora mismo, pese a representar el segundo territorio del país por nivel de riqueza. Eslovaquia era un mísero patatal yermo antes de empeñarse en romper con la mucho más desarrollada República Checa. Y hoy continúa siendo un mísero patatal yermo, pero un mísero patatal yermo desbordante de orgullo por su flamante soberanía nacional. Y así tantos. Porque el nacionalismo no es un problema contable, por mucho que se empeñen en lo contrario los ingenuos de guardia. De ahí lo muy procedente de haber abierto ese despacho, el del móvil. Algo tan simple como que el Estado esté. Que esté y se le vea. Que se perciba su existencia en la vida cotidiana de los siete millones y medio de catalanes para los que lleva década ya desparecido en combate. Por fin, una a derechas.