Miquel Porta Perales - El oasis catalán
Pimienta
Sin que sirva de precedente, comparto la perplejidad del independentismo
Unos días antes de que el Tribunal Supremo publique la sentencia del proceso, los Mossos d’Esquadra estrenan material antidisturbios. Ya saben: gas pimienta, vallas de metro y medio de altura que no pueden utilizarse como arma arrojadiza, redes metálicas imposibles de cortar que impiden el movimiento de los manifestantes, focos para deslumbrar a la gente, proyectiles de espuma, pistolas eléctricas y furgonetas equipadas con pantallas para observar en tiempo real lo que ocurre en la calle. Como no podía ser de otra manera, el independentismo alza la voz con su letanía habitual: además de los adjetivos descalificativos de rigor, que no merece la pena reproducir, el independentismo advierte que los Mossos son los servidores de la república y, en consecuencia -afirman con cierta perplejidad-, no pueden actuar contra quienes protesten por la sentencia del proceso.
Sin que sirva de precedente, comparto la perplejidad del independentismo. Pero, en un sentido distinto: ¿cómo es posible que el Govern que alienta la respuesta contundente -confrontación, dicen- contra la previsible sentencia condenatoria equipe a los Mossos con un sofisticado material para reprimir con garantías a los manifestantes que el mismo Govern invita e incita a salir a la calle? En cualquier caso, los Mossos ya están convenientemente equipados para evitar algunas de las actuaciones de la revolución de la sonrisa independentista que, como se sabe, se caracteriza por la no violencia. Por ejemplo: bloqueo del Palacio de Justicia, intento de asalto del Parlamento de Cataluña, hostigamiento a la Jefatura Superior de Policía, lanzamiento de artefactos de índole diversa -piedras, vallas, barras, botes de pintura, huevos o escupitajos- contra las fuerzas del orden del público, incendio de contenedores, ocupación de estaciones de ferrocarril, corte y sabotaje de autopistas, carreteras y vías férreas, quema de neumáticos o altercados y enfrentamientos. Y más. Decía André Glucksmann que «la acción dice la verdad de la intención».