Miquel Porta Perales - El oasis catalán
No, no, no
ERC ha perdido dos escaños que pueden haber ido a una CUP que está a la altura de Vox
Las urnas de las elecciones generales nos muestran que el independentismo no ha sumado la mayoría en escaños (23 escaños de 48), no ha conseguido el mayor porcentaje de votos (42,5 por ciento frente a 55, 5 por ciento) y no ha alcanzado la mayoría absoluta en votos (1, 6 millones frente 2, 1 millones). Todo ello, teniendo en cuenta una Ley Electoral que penaliza a la circunscripción más constitucionalista de Cataluña: Barcelona. Las urnas también nos dicen que ERC ha perdido dos escaños que pueden haber ido a una CUP que está a la altura de Vox. Por lo demás, el denominado “efecto Puigdemont” ha servido para que JpCat aumente su cuenta corriente con un escaño más. Así las cosas, ¿se atreverá ERC –señalada como “traidora” durante la campaña electoral- a provocar una crisis en el Parlament que conduzca a nuevas elecciones autonómicas? Sospecho que los republicanos temen un nuevo fracaso y una nueva frustración: cuando todo apunta al triunfo, aparece un JpCat que -con la inapreciable ayuda del mártir Carles Puigdemont- se lleva finalmente el gato al agua. A ello, habría que añadir el desgaste que sufriría ERC –frente a un JpCat dispuesto a dinamitar el preacuerdo Pedro Sánchez/Pablo Iglesias- si acepta dialogar con el gobierno in pectore de PSOE y Podemos.
Si algo de eso sucede, teniendo en cuenta que no se prevé que JpCat modere sus propuestas y formas, ERC se vería obligada a redoblar su apuesta para lavar la imagen y hacer frente a una CUP ansiosa de invadir y ocupar parte del espacio republicano. Cosa que equivaldría a un adiós al “dialogo” con el Estado. De esta manera, la CUP conseguiría una notable capacidad de influencia –el árbitro de las esencias- mientras ERC y JpCat se mirarían de reojo para ver quién es el más patriota de los dos. En algo sí coincidiría (¿ERC?) el bloque independentista: hacer todo lo posible para desestabilizar la política española y socavar el orden constitucional por la vía del desafío. O por el caos como último recurso antes de la catástrofe final.