Erial

Políticamente hablando, la Cataluña independentista es un erial. Ahí está un presidente de la Generalitat que no gobierna -ni presupuestos ni leyes ni programa ni nada: a lo sumo, el «aprieten, aprieten» y un paseo por la autopista con los incombustibles de las llamadas Marchas por la Libertad- y tiene la ocurrencia de declarar -en sede parlamentaria- que está dispuesto a convocar un nuevo referéndum de autodeterminación del cual nadie -ni siquiera el no gobierno que preside y sus compañeros de formación política- tiene noticia. Referéndum que tampoco no desean ni los miembros de su gobierno ni los conmilitones de su partido. Corrijo: por no tener, Joaquim Torra no tiene ni partido al presentarse como independiente en las autonómicas. A Joaquim Torra ya no le requiere ni el prófugo de Bruselas -que a su vez no es querido por los suyos- que fue quien impuso su candidatura a la Generalitat. A Joaquim Torra tampoco lo acepta -de momento- Pedro Sánchez. «¡Qué cojones!», espeta el Joaquim Torra que vacila con el diálogo y la condena de la violencia. Por si fuera poco, arremete contra los Mossos. Un auténtico desastre sin paliativos.

Sin embargo, Joaquim Torra resiste gracias a la CUP -cómoda con quien no molesta y ríe las gracias- y a una ERC que habla, habla, habla, pero no mueve ni un dedo. ERC es el otro elemento -tal para cual- del erial independentista. ERC o el partido que desea avanzar las autonómicas, porque las encuestas le son favorables. Pero, no hace nada para alcanzar -se supone que con el PSC y los Comunes: nuevo tripartito- el poder autonómico. Tampoco se sabe qué hará si asume la presidencia de la Generalitat. ERC tiene miedo: no quiere que se la considere culpable del fin de la legislatura; teme que le cuelguen la etiqueta de «traidor». Por eso, se suma a una propuesta de resolución -otro brindis al sol para engañar al personal- que reitera la autodeterminación. En el erial independentista proliferan los irresponsables, los ineptos y los cuentistas. Y los vándalos.