Miquel Porta Perales - Tribuna Abierta

Ensayo

La movilización 'soi-disant' educativa es un primer ensayo de laboratorio para tomar la temperatura a un independentismo desmovilizado tras el engaño, fracaso e implosión del 'procés'

Manifestantes en Canet de Mar Pep Dalmau

Miquel Porta Perales

EL independentismo catalán añora los tiempos en que la calle era suya. Tomar la calle otra vez, ese es el propósito. Para ello, a la manera de las movilizaciones de los regímenes autoritarios de las primeras décadas del XX, el independentismo ha formado tres columnas que marcharán hacia el paseo de San Juan de Barcelona, justo delante del TSJC. Aparentemente, una movilización en contra de la sentencia que establece que el 25% de las clases han de impartirse en la lengua española. Eso dice Somescola -conjunto de entidades nacionalistas que pasará a la historia por haber promocionado el catalán con un eslogan de corte totalitario: 'Per un país de tots, l´escola en català'-, organizadora nominal -¿testaferro?- del evento, en el manifiesto que llama a la movilización contra una sentencia que es «un nuevo intento de agresión», una «intolerable intromisión de los tribunales», un conjunto de «argumentos falsos y peligrosos» que «no representa un caso aislado».

Somescola avisa que «seguirá con el trabajo puesto en marcha hace diez años, para coordinar a todas aquellas personas y entidades que se comprometen a actuar de manera activa en ayuda del modelo educativa catalán, sea con movilizaciones, acciones en los centros y las calles, y ayuda a los centros educativos y docentes». Eso, porque el modelo de escuela catalana -ahora en peligro- es fruto del «consenso social» cuya finalidad es la construcción de «una sociedad más cohesionada, democrática y libre».

La movilización 'soi-disant' educativa es un primer ensayo de laboratorio para tomar la temperatura a un independentismo desmovilizado tras el engaño, fracaso e implosión del 'procés'. No se trata de recalentar a la fiel infantería secesionista con/por la cuestión de la lengua, sino de usar la lengua como reclamo que recalienta y excita al independentismo con el lugar común de la infinita represión del Estado que solo podría evitarse -como señala Somescola- con una sociedad democrática y libre. Es decir, con la República catalana.

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