Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Ejemplares

Para el independentismo, lo español carece de principios y es malicioso

El independentismo catalán siempre se ha esforzado por ser ejemplar. Es decir, por devenir un modelo de comportamiento que imitar. Así, la autodenominada revolución de la sonrisa se jacta de no haber tirado ni un solo papel al suelo. ¿La kale borroka que coacciona, lanza piedras o quema coches? Un detalle tangencial que nada tiene que ver con la noble causa de la liberación tribal de Cataluña. Otros comportamientos ejemplares que imitar: las leyes aprobadas por el Parlament en septiembre de 2017, el referéndum del 1 de octubre del mismo año y el incumplimiento de las resoluciones de los Altos Tribunales. ¿Que el Estado y la Justicia españoles se empeñan en tildar todo ello de desobediencia, sedición o malversación? La verdad es otra: el español es un Estado represor y el «proceso» es su reverso democrático. El «proceso» independentista –aseguran– supone la democratización del sistema liberal al dar la voz al pueblo superando las resoluciones injustas y represivas de España. El mandato democrático, insisten. Ahí no acaba la cosa si tenemos en cuenta la valentía de unos «exiliados» que ponen al descubierto las debilidades y miserias de la democracia formal.

A las virtudes políticas descritas añadamos las tradicionales buenas formas independentistas. Dos ejemplos recientes: Joaquim Torra podría querellarse contra Juan Carlos I por presunta corrupción; Pere Aragonès manifiesta que la Monarquía es una organización criminal. Traducción: hay que purificar la política. ¿Que toda denuncia requiere un fundamento jurídico? ¿Que no todo vale en el discurso político? Para el independentismo, lo español carece de principios y es malicioso. Y más cuando la instrucción del «caso Pujol» afirma que la familia se constituyó presuntamente en organización criminal (¿se querellará Joaquim Torra?), cuando la gestión de la pandemia roza el desastre y cuando hay que marcar perfil ante las autonómicas. En definitiva, un lamentable ejercicio de simulación y disimulación electoralistas. Menudos ejemplares.

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