José García Domínguez - Punto de fuga
Los minutos de la basura
Que esa gente piense en serio que podría resultar viable una declaración unilateral de independencia indica hasta qué punto han perdido ya el sentido de la realidad
Es sabido que el destino histórico de Yugoslavia se decidió no en los cuarteles de Belgrado, sino en algún pulcro despacho oficial de Berlín. Sin la anuencia tácita de Alemania, Croacia nunca habría osado dar el paso que condujo a la guerra civil. Es una regla no escrita: en la zona oriental de Europa nada se mueve sin el consentimiento de Rusia. En la occidental, Alemania y, de modo accesorio, Francia asumen, aunque de modo más discreto, idéntico papel. Así las cosas, la única posibilidad de que los golpistas de la Generalitat lograsen consumar la quiebra de la legalidad constitucional española pasaría por que la causa separatista contara con, al menos, la neutralidad silente de alguno de los grandes decisiones del tablero europeo. Pero resulta que al sufrido Puigdemont no le dan árnica ni en Marruecos.
De ahí que, en muy frustrante consecuencia, el eje de la política catalanista vuelva a desplazarse ahora, aguerrida muchachada de la ANC mediante, desde la monserga del derecho a decidir hacia otro monólogo coral sobre el derecho a fantasear. Que a estas alturas del fiasco esa gente piense en serio que podría resultar viable una declaración unilateral de independencia indica hasta qué punto han perdido ya el sentido de la realidad. Por declarar, pueden declarar lo que les de la gana. Faltaría más. Recuérdese al respecto que la hoy extinta República Popular de Albania acordó incluir en su texto constitucional una declaración solemne que establecía de modo oficial la inexistencia de Dios. El pequeño problema vendría apenas un segundo después de la machada. Porque, pese a que Puigdemont y su colla semejan no haber reparado aún en el detalle, el Derecho Internacional establece que condición primera para el reconocimiento de un Estado es que el territorio en cuestión y sus pobladores sean efectivamente controlados por la nueva autoridad ¿Y cómo piensa lograr eso alguien que no consigue ser recibido ni tan siquiera por un concejal de Tánger? Estamos en los minutos de la basura.