Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día
Messi, atrapado entre los listillos y los tontos
Qué cosa tan fea la campaña organizada por el Barça animándonos a todos a ser Messi, pero no en el sentido de llegar a la excelencia en nuestro trabajo
Hemos pasado de la campaña con el eslogan de «Hacienda somos Todos» a esta otra con el eslogan de «Todos somos Messi», y siguiendo un razonamiento deductivo aristotélico llegamos a la conclusión del silogismo: «Hacienda es Messi». Qué cosa tan fea la campaña organizada por el Barça animándonos a todos a ser Messi, pero no en el sentido de llegar a la excelencia en nuestro trabajo, como él, sino en el de acompañarlo en sus peores andanzas de evasor de impuestos ya condenado y confeso.
Qué cosa tan fea, sí, pero comprensible, pues el Barça es completamente Messi, porque lleva una década de gloria gracias a él, y mucho hay que temerse que si dejara de estar en el equipo, al Barça le costaría un mundo mantenerse a flote entre la élite del fútbol, y por consiguiente tiene un miedo atroz a que el genial futbolista se plantee no cumplir su condena de 21 meses de cárcel en otro Club menos perseguido por la injusta y madridista Justicia… «Siempre Juntos», le promete Bartomeu en uno de esos mensajes que luego no te dejan de echar en cara, del tipo «sé fuerte, Leo». Y, en fin, que Hacienda es Messi, o casi, porque el año pasado entre lo que le tocaba pagar y las correspondientes multas por no pagar lo que le tocaba, el 10 del Barça fue el fulano que más pasta ingresó en las arcas del Estado. Campaña feísima, criticable, criticada en todo ambiente sensato, injustificable y reprochable desde cualquier punto de vista, incluido el del aficionado al más que un Club… Pero, comprensible por ese miedo a que Messi se vaya no al trullo sino a parajes más tranquilos.
También es comprensible y muy feo que desde la trinchera adversaria traten de sacar provecho, y que el madridismo sople esas brasas y orine en esa herida para demoler, dentro de lo posible, la torre más alta de su mayor competidor. Lo inteligente sería callarse, y Messi, que lo es, lo sabe, y por eso paga y no dice ni pío; lo tonto es levantar una bandera, aunque sea la catalana, en el lugar de los hechos (probados), y ponerse a ondearla. Entre unos que no dejarán de perseguirlo y otros que no dejarán de ondear la bandera, Messi se estará pensando que no tiene por qué aguantar ni a los listos ni a los tontos.